Me siento feliz con este nuevo embarazo y con la rapidez en lograrlo, pues siempre he tenido ciertos temores pensando en posibles dificultades. Sin embargo, el hecho en sí de estar embarazada no me entusiasma.
Sé que voy a tener molestias, que me voy a cansar más, que me pondré como una vaca lechera, que al final me dolerá la espalda,…y todo esto en el mejor de los casos, el de un embarazo normal.
Pienso ahora también en si podré coger en brazos a mi Chiquinini cuando tenga una barrigota enorme...ya no puedo burrear con él como antes, por miedo a una patada en la barriga.
En mi embarazo anterior lo peor fue el primer trimestre por las náuseas, ese malestar continuado, vomitar incluso en ayunas. Después de eso las molestias del final me parecieron minucias.
En este embarazo, que acaba de comenzar, ya tengo una colección de síntomas: pulso acelerado, pérdida de peso, dolores de cabeza, sueño tremendo y, especialmente, la apararición de un agujero negro en mi estómago. Es exagerado, tengo un hambre voraz ( y al mismo tiempo malestar en el estómago). Necesito comer cada 2 horas sí o sí, igualito que un recién nacido. De lo contario me mareo y se me revuelve más el estómago.
Vamos, que el embarazo no es en absoluto un estado ídilico. Aunque también es cierto que, por otra parte, es un proceso necesario a nivel psicológico, para ir conociendo a nuestro bebé e irnos preparando mentalmente. Para el papá, que no siente cambios ni molestias en su cuerpo, debe ser mucho más difícil hacerse a la idea.