La policía llegó de repente abriendo puertas a trompicones, venían a llevárselo todo; no sabemos exactamente por qué, pero arrancaron con pupitres, mesas y pizarras. Alguno hasta se metió las tizas en los bolsillos. Fue aterrador, nosotros los mayores reíamos nerviosos (ese día y los siguientes tendríamos libre); los pequeños lloraban desconsolados y los maestros se miraban atónitos y sin saber bien qué hacer.
Tenían una orden judicial de embargo urgente por impago de las cuotas dela Seguridad Socialque no podía esperar a que, a las tres de la tarde, las aulas quedaran vacías. ¿Quién había dado esa orden? Seguramente nadie con un mínimo de sentido común. ¿Es posible que la dirección del colegio supiera lo que iba a pasar y utilizara a los alumnos como escudos? ¡Vaya panda!
En cualquier caso, la situación me parece muy grave y constituye un claro ejemplo de cómo están las cosas en colegios, institutos y universidades. La educación y su calidad no importa a casi nadie y muchos menos a los políticos que sólo quieren “invertir” en algo que les reporte beneficios electorales a cuatro años.
Así, mientras ellos crean debates interminables sobre contenidos y metodologías para, mucho me temo, atrasar la toma de decisiones y confundir a la comunidad educativa; nuestro futuro se va irremediablemente por el sumidero.
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