Hace unos días saltaba la noticia: la investigación con embriones híbridos de humanos y animales, que promueve el científico Hiromitsu Nakauchi en Japón y que podría contar con el financiamiento del gobierno del país asiático. El científico planea investigar primero con ratones y ratas durante dos años y, de aprobarse la investigación y el financiamiento, crearía luego embriones híbridos de humanos y cerdos que podrían durar hasta 70 días.
Aunque, el objetivo es lograr que una especie genere un órgano para la otra y no exactamente ‘combinar’ dos especies en una para generar una tercera, una investigación de este tipo no debería usar ni destruir embriones humanos. Una investigación que atenta contra los embriones humanos es siempre moralmente inaceptable, ya que involucra la destrucción a propósito de seres humanos para servir a los intereses de otros que son los que tienen dinero.
En el año 2000, la Pontificia Academia para la Vida publicó la “Declaración sobre la producción y uso científico y terapéutico de las células estaminales embrionarias humanas”, que señala que “sobre la base de un análisis biológico completo, el embrión humano vivo es, a partir de la fusión de los gametos, un sujeto humano con una identidad bien definida” y por lo tanto “tiene derecho a su propia vida. Por consiguiente, cualquier intervención que no sea en favor del embrión mismo, es un acto que viola dicho derecho”.
En vez de usar embriones se puede usar células estaminales adultas, obtenidas de la médula ósea, que son también células adultas reprogramadas genéticamente para que tengan el estado similar al de las células embrionarias.