Revista Sexo

Emi abbott, mujer de gustos peculiares

Por Rocastrillo @roabremeloya

 

 A Emi Abbott no le atraen los hombres-hombres. El típico macho ibérico nunca ha sido de su agrado. Desde siempre se ha decantado por individuos sensibles y de aspecto lánguido. Varones a los que normalmente calificamos como “blanditos”. Sus gustos peculiares le han acarreado algún que otro desengaño, al descubrir que el hombre en el que había puesto sus ojos era homo o bisexual. Le ocurrió hace poco con el camarero del ángel tatuado en el antebrazo EMI ABBOTT, UNA TENTACIÓN Y UN POEMA  y con el músico melenudo al que bautizó con el nombre de Cupido  LOS NUEVOS MUNDOS DE EMI ABBOT

                                                      

    Una de sus mayores decepciones sentimentales se la llevó poco antes de conocer a El Polaco. Eran tiempos en los que su matrimonio hacía aguas por todos sitios y se agobiaba por el simple hecho de tener que volver a casa una vez finalizada su jornada laboral. Mujer acostumbrada a hacer de su capa un sayo, dejaba a sus hijas con su madre o su marido y se encaminaba a pasar la tarde junto a Wynie Smith. Una de aquellas tarde tuvo que asistir, por motivos de trabajo, a la inauguración de una galería de arte moderno situada, justamente, en la misma calle donde residía su amiga. En el transcurso del mencionado acto social le presentaron al director de la galería y se enamoró perdidamente de él. O, al menos, así lo creía ella en su necesidad existencial de hallarse siempre poseída por loas flechas de Cupido. Terminado el evento, corrió a darle la noticia a Wynie y ambas decidieron volver a la galería al día siguiente, para que esta última conociera al galán en cuestión.

    Y si Emi es experta en decantarse por hombres de tendencias homosexuales,Wynie se considera maestra en descubrir a caballeros que andan seduciendo a mujeres con el objetivo de disimular sus verdaderas pasiones. “No soporto a los tipos que andan morboseando con mujeres para luego nada, porque son maricones. Me encanta desenmascararlos”, suele afirmar con desparpajo. “Algunos tienen un armario más grande que el de Narnia, y están tan divertidos en su interior que no quieren salir”, le comentó a Emi nada más conocer al galerista en cuestión. El caballero las recibió con suma amabilidad, pasó un buen rato charlando con ellas en la sala principal de la galería y se deshizo en elogios y piropos hacia las amigas, haciendo hincapié en los dedicados a Emi.

    -Va de seductor y está morboseando, ¿no te das cuenta?, preguntaba Wynie a su amiga.

    -A mi me parece bastante varonil. No entiendo por qué dices que es gay, protestaba Emi, decepcionada por las revelaciones de Wynie respecto a su enamorado.

  -No seas ingenua, Emi. Te está piropeando a ti pero sus miradas van en la misma dirección que las mías, es decir, al cuerpo serrano del guiri ése que está como un tren, indicó señalando con el gesto a un extranjero que examinaba al detalle los cuadros colgados en la sala. Cuando quieras saber si un hombre es o no homosexual, no confíes en sus palabras ni te dejes llevar por sus halagos: fíjate hacia dónde dirige sus ojitos y lo pillarás, aconsejaba a su amiga.

    Pese a tantas explicaciones, Emi se negaba a creer que el objeto de sus desvelos, el galán que la piropeaba sin descanso, era homosexual. Así, recriminaba a Wynie su actitud y seguía frecuentando al caballero. Casi todas las tardes encontraba una excusa para pasar por la galería después de trabajar. Wynie se limitaba a sonreír y a acompañarla. Una de aquellas jornadas, Emi llamó a su casa y le pidió que bajara. Quería enseñarle la galería al director de Arte de su revista -homosexual confeso- y, de paso, presentarle a su enamorado y solicitarle su opinión sobre un asunto del que debía entender bastante.

    -Te aconsejo que te olvides de tu enamorado, indicó a Emi, con retintín, el director de Arte nada más cruzar varias palabras con el falso seductor...

    -¿Tú también piensas que es gay?, le preguntó Emi, sin querer imaginar la contundente respuesta.

   -Ése es más maricón que yo, nena. Estoy harto de verlo en el Strong, aseguró muy convencido de sus palabras.

    -¿Eso que es?, preguntó Emi en voz baja y tono ingenuo. Wynie, desternillada de la risa, contagió sus carcajadas al director de Arte y ambos reían con tanta fuerza que no podían soltar palabras con las que contestar a Emi. Finalmente, fue Wynie quién acertó a balbucear, entre risas,, una frase clave: un club al que no podemos entrar las mujeres, jajaja... Es exclusivo para hombres, intentaba explicar a su amiga sin poder contener la risa...

     A Emi se le heló el corazón y, a partir de ese momento, empezó a digerir la apabullante realidad que la alejaba del rostro hermoso de su enamorado...

                                                                                                                            RoCastrillo

 


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