José Luis López Gómez, de 72 años, acaba de ser nombrado por la Oficina Europea de Patentes el “Mejor Inventor Europeo del Año”, cuando debería considerársele el de varias décadas por crear un sistema para las ruedas de los Talgo que los hace más seguros y confortables que sus competidores.
Este ingeniero es un ejemplo de cómo se triunfa con esfuerzo y perseverancia, aun siendo de familia pobre, nacido en la posguerra en un pueblucho que tiene ahora 15 habitantes, Quintanilla Valdebodres, en la provincia de Burgos.
Consiguió una beca en la Escuela de Industriales de los jesuitas, ICAI-ICADE, y ya titulado emigró a Alemania: quería mejorar su experiencia y conocimientos para volver y trabajar en Talgo, como soñaba desde niño.
Ahora recomienda que los jóvenes españoles emigren también para formarse y volver más adelante, como hizo él.
Cuando iba a recibir su premio en Ámsterdam, aparecía la noticia de otro emigrante, un gallego, al que acababan de rechazar España por falta de currículo, que había sido elegido el mejor físico joven europeo.
Al mismo tiempo, una joven bióloga madrileña, emigrante tras ser despedida de un laboratorio valenciano, participaba en el equipo de Oregón (EE.UU.) que lograba la clonación humana a partir de células madre adultas de la piel, introducidas en un ovario.
Parece casualidad que las noticias sobre el ingeniero y los dos investigadores coincidieran en los mismos días, pero quizás se den más en el futuro: hay muchos sabios españoles investigando fuera.
La mayoría desea volver cuando el país mejore y López Gómez, que tiene un total de 21 inventos, cree que esos miles de emigrantes sabios retornarán algún día.
Pero si no lo hicieran, siempre quedará aquí el consuelo de que habrán mejorado la vida de la humanidad.
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SALAS