Revista En Femenino

Emilia, la mamá "ladrona", y la justicia tuerta (por Arantxa)

Publicado el 31 enero 2013 por Imperfectas
Hoy he leído una noticia en El Mundo que me ha indignado más que la preocupante información de portada. Si no conocéis la noticia del día, os dais un paseo por ese periódico o por El País, en sus ediciones digitales, y os ponéis al tanto de lo que se cuece en Génova. A mi me ha revuelto mucho más lo que he leído aquí. Será que de la clase política ya nada me sorprende, cosas de vivir en España.
Resulta que la protagonista, Emilia Soria, hoy madre de tres criaturas, hace seis años usó una tarjeta bancaria que encontró para pagar pañales y comida para sus niñas, que entonces eran dos. Desde aquel hecho no ha vuelto a delinquir. No debería haber robado, no es ético ni moral, pero creo que por extrema necesidad sí puede ser justificable. Y mira que lo que escribo es peligroso, maldita gracia me haría a mi que mañana me robaran el carrito de la compra atiborrado de comida. Aunque el amigo de lo ajeno fuese alguna persona que lo necesitara más que mis niñas y yo.
Dice el refrán que "quien roba a un ladrón tiene 100 años de perdón", pero es muy probable que la tarjeta que usara Emilia fuera de una persona normal, no de un rico hacendado. No quiero pensar que perteneciera, por ejemplo, a alguien con una pensión no contributiva, que son irrisorias. Podría haberle destrozado el mes, económicamente.
En cualquier caso encuentro tan desproporcionada la pena impuesta para el delito del que se trata y teniendo en cuenta que lo hizo para sus hijas (¿eso es un atenuante, verdad?) que me parece hasta una tomadura de pelo. Esta misma semana el ministro de Justicia explicaba en el Congreso de los Diputados por qué ha indultado a un kamikaze que en diciembre de 2003 acabó con la vida de José Dolz, un joven de 25 años. Como conductora habitual me da miedo pensar que un día pueda cruzarme con un kamikaze, quedarme ahí, y que mi familia tuviera que digerir lo que está sufriendo la familia de José.
También yo tengo la sensación de que, como dice Emilia, "en este país, o das un palo de millones de euros o te cae todo el peso de la ley". Si yo fuera miembro del Consejo General del Poder Judicial o alguno de esos organismos de alto pedigrí jurídico, me preocuparía y mucho. Los políticos están muy mal valorados por la ciudanía (y creo que les da lo mismo). Pero la justicia no lo está mucho más, a pesar de que haya jueces a los que no les tiemble el pulso a la hora de imputar a los poderosos.
Sí hay justicia en España, aún habiendo errores en los procesos judiciales, juicios que parecen meras pantomimas y sentencias escandalosamente tibias a la hora de fijar las penas. A pesar de todo negar que exista justicia por estos lares -de la gratuidad que, oh, sorpresa, nunca tuvo para una gran mayoría, quizás hable otro día- es una simpleza similar a la de afirmar que no tenemos democracia. Sí, señoras y señores, al menos cada cuatro años o menos, en función de si se trata de las generales, autónomas y municipales o europeas, va, el que quiere, y deposita su voto en una urna. Id a preguntarlesa los venezolanos por su democracia, ellos también votan, y entenderéis de que os hablo. Porque el hombre es el hombre y su circunstancias, y así no son iguales unas elecciones aquí que en el país caribeño o en el mundo árabe. Tenemos una democracia… mejorable.
Y sí, hay justicia, pero no es ciega. Anda tuerta la pobre. La balanza falla en ocasiones de forma dolorosamente escandalosa, y ahora me viene a la cabeza el caso Marta del Castillo. No somos ni Emilia, ni José, ni Marta, salvando las distancias entre los tres casos. Pero de igual forma que pedimos a los partidos políticos transparencia y se sale a la calle para protestar por los recortes, lo injusto no puede tolerarse y también merece indignación, firmas y marea callejera.

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