Durante dos siglos la ideología de izquierdas y su iconografía sobre la explotación del hombre por el hombre presentaban a los banqueros como vampiros que engordaban sorbiéndole la sangre al pueblo.
Ya no. Rodríguez Zapatero ha descubierto que los banqueros y los grandes empresarios no sorben sangre, sino que nos la donan para hacernos felices.
Dos siglos de luchas para repetir lo que decía la derecha. Ahora, en los mítines socialistas no se habla de Marx, sino de los banqueros como fuente de bondad y autoridad.
Uno de ellos, Emilio Botín, le ha dicho a Zapatero que concluya sus reformas económicas y que siga gobernando. Es decir, al financiero cántabro, muy amigo también de Toxo y Méndez, le va bien con los rojos.
Botín ya no es el antiguo banquero obeso, con frac, leontinas, puro, sombrero de copa y una bolsa de oro entre las manos. Es menos aparatoso, con su traje de alpaca gris oscuro y anchos tirantes rojos, color identificativo del Santander.
Color rojo. Yo soy rojo, proclamaba Z. Quizás por eso habla de Don Emilio como si fuera su ideólogo. Da por bueno su dictamen sobre cómo debe actuarse en los mercados, cuando realmente Botín podría decir “Le maché c’est moi”.
Tras la debacle inmobiliaria los banqueros recibieron dinero de los contribuyentes a través del Estado para enmendar sus cuentas. Ahora le embargan cuentas y viviendas a esos contribuyentes que no pueden pagar sus hipotecas por haberle prestado su dinero a los banqueros.
El contribuyente no le importa a Z. Emilio Botín, prospero, respetado y expandiéndose por todo el mundo, sí. Es un tesoro nacional. Sabe gestionar su economía, como reconocen izquierda y derecha.
Pues elijámoslo presidente y dejémonos de becarios, como Z, que nos arruinó en siete años: ¡Botín, Presidente!
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SALAS lo había previsto, en África y aquí: