Blanquito, rapado, gil, homófobo… Así es Eminem, el eminente rapero, terror y grandísimo fan de sí mismo. En Recovery, su más reciente parida discográfica, el niñato recupera el ADN mental que le viene al (escaso) pelo: su ascendencia denisovana. Efectivamente, el lamelibranquio entronca, en su postrera deposición, con los más recónditos furores prehumanos, que tipificara, no ha mucho tiempo, el equipo del profesor Svante Pääbo, al descubrir –lo mismo le sirvió de modelito este mamífero desestructurado- que los denisovanos estaban capacitados para hablar (informa el diario Público) y, seguramente –cosecha propia, a fe mía- también para rapear.
Así pues, las vacaciones se presentan terroristas para nuestros castos oídos, agredidos, por un lado (por todos lados) por estridentes vocecitas de diabólicos niños enlatados cantando villancicos… y Eminem, haciendo lo que mejor sabe: defecar.
¡Que no nos pase ná!
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