Revista Psicología
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Parece osado recomendarle a un cuidador que intente buscar los aspectos positivos de su labor, que procure ser optimista y que haga todo lo posible por encontrar el aprendizaje y los momentos satisfactorios de aquello que están viviendo.
Los mejores aprendizajes de nuestras vidas derivan de la vivencia de momentos críticos. Crisis que se superan con mayor o menor sufrimiento pero que siempre dejan algo. Es cierto que pueden dejar enfermedad y depresión, y esta será una de las razones que afirmarían lo osado de la proposición anterior. Pero la mayoría de las veces dejan paz y resiliencia.
Esto ocurre cuando hacemos las cosas a conciencia, a sabiendas que es lo correcto a pesar de que los resultados vayan por otro camino. Cuidadores que lo dan todo, se documentan, aprenden y reaprenden, cuidan, miman… y a cambio reciben degeneración, que poco a poco les va poniendo las cosas más y más complicadas. ¿Qué les queda entonces? ¿Dónde pueden agarrarse?
Es una tarea difícil y retadora, lo positivo no se deja ver pero cuando aparece se queda cumpliendo una labor paliativa. Satisfacción por haber hecho lo posible a pesar de todo, por haber dado todo y más de sí mismo y al saber que esa persona ha recibido un cuidado muy digno.
Parece que pesa poco con respecto a todo lo negativo que acecha al cuidador, pero cuando se encuentra, se reduce mucho la mirada hacia atrás. Y el sufrimiento se va haciendo cada vez más pequeño, y la satisfacción más grande. Y esto siempre con la ayuda indispensable de nuestro siempre amigo, el tiempo.