Esta semana me gustaría hablar sobre dos emociones, cuya base sobre la que se cimientan, no produce ningún tipo de mejora, crecimiento ni progreso en la persona. Podríamos catalogarlas como “improductivas o “no constructivas”, debido a su naturaleza intrínsecamente negativa y distorsionada, éstas son la preocupación y la culpabilidad. Constituyen un gran despilfarro de tiempo y de recursos, y en este artículo desentrañaremos sus formas de proceder y configurar la realidad.
La culpabilidad y la preocupación están íntimamente conectadas, en realidad, pueden ser vistas como los extremos opuestos de una misma zona. Ambas están absolutamente desligadas del presente, su foco de actuación no se encuentra en él, y de ahí que sean improductivas para desarrollar el potencial humano. La culpabilidad centra sus esfuerzos en diseccionar el pasado tratando de cambiarlo o modificarlo, mientras que la preocupación tiene su raíz en poder conocer y manejar el futuro. Como podeis comprobar, ambas resultan inútiles y dañinas para el ser humano.
La culpabilidad impide que nos adentremos de manera responsable en nuestros momentos presentes al estar inmovilizados a causa de un comportamiento pasado. Nos sentimos abatidos o molestos por algo que hicimos y acarreamos la pesada mochila en nuestro presente, siendo incapaces de vislumbrar las oportunidades que se nos generan ante nuestros ojos. Es como si tuviéramos un velo que nos impide ver las cosas tal y como son, condicionándonos a actuar de acuerdo a un patrón pasado falso y ficticio, que nada tiene que ver con nuestra verdadera naturaleza.
La preocupación, sin embargo, tiene su foco puesto en los acontecimientos futuros. Es una especie de obsesión por controlar los desenlaces de nuestras acciones, y hacer un especial hincapié en que se satisfagan todas las expectativas. Es una máquina voraz que no te deja descansar, y que pretende dominar tu mente esclavizándola. No obstante, por mucho que nos preocupemos sobre algo o alguien, ¡No cambiaremos nada! Y hasta que no seamos conscientes de esta verdad, la vida seguirá llevándonos por rumbos y paraderos desconocidos.
¿Qué podemos hacer para contrarrestar estas dos emociones improductivas? En primer lugar, siendo conscientes de su inutilidad. Adoptando una mentalidad consciente seremos capaces de centrarnos en el presente y las posibilidades que ofrece. Nos daremos cuenta de que el pasado y el futuro no se encuentran en nuestro campo de actuación, y que por mucho que intentemos modificarlo no lograremos nada al respecto. Es un cometido perdido de antemano, y además se pierde una energía valiosísima. No hay otro momento en el que sea posible vivir más que en el presente, por tanto, cualquier culpabilidad y preocupación no tiene cabida ni sentido en él. Su poder se esfuma y se vuelve absolutamente endeble.
A continuación, os voy a enumerar algunas estrategias para eliminar la culpabilidad y la preocupación:
1. Empieza a ver tus momentos presentes como un tiempo para vivir y disfrutar en vez de obsesionarte por el futuro.
2. Reconoce lo absurdo que resulta la preocupación. Pregúntate a ti mismo una y otra vez: ¿Habrá algo que llegue a cambiar como resultado de mi preocupación?
3. Empieza a abordar tus miedos con pensamientos y comportamientos productivos.
4. Pregúntate a ti mismo lo que estás evitando en el presente por culpa del pasado. Al trabajar en este sentido, eliminarás la necesidad de culpa.
5. Reconsidera tu sistema de valores ¿Cuáles son los valores que realmente aceptas y cuáles son los que solamente finges aceptar?
6. Cuando elimines tu constante necesidad de aprobación, eliminarás la culpa asociada a ella.
Alcancemos ese nivel de conciencia que nos permita reconducir nuestra vida de manera efectiva y positiva. Aprendamos a vivir ahora, en el presente, y a no desperdiciar nuestros momentos actuales en pensamientos inmovilizantes sobre el pasado o el futuro. Y puesto que este comportamiento es clave para nuestro devenir, ¿Por qué no empezar hoy?
“Si crees que sentirte mal o preocuparte lo suficiente cambiará un hecho pasado o futuro, quiere decir que resides en otro planeta con un diferente sistema de realidad”
(Wayne Dyer)