Periódico EL PAÍS, 7 de diciembre de 2014: “Siria denuncia un ataque aéreo de Israel cerca de Damasco”.
El cielo sirio –e iraquí- ha sido invadido por cazas sirios leales a Bashar, iraníes, iraquíes, turcos, aeronaves de la coalición internacional, etc. Incluso el Estado Islámico está aprendiendo a volar. Unos, los gubernamentales, no sólo atacan objetivos rebeldes, sino que bombardean indiscriminadamente población suní con las denominadas bombas de barril, artefactos sin ningún tipo de sistema de guiado que impactan de forma implacable contra población civil. El diario británico The Times informaba en mayo de la muerte de casi 600 niños durante la ofensiva de bombardeos por parte del gobierno de Assad que se prolongó durante cinco meses en la provincia de Aleppo. Por otra parte, los ataques aéreos son el principal recurso de la coalición internacional a la hora de luchar contra el Estado Islámico. Ataques que parecen haber provocado víctimas civiles, como es el caso de Raqqa, principal bastión del EI en Siria.
Mientras la guerra avanza, hay miles, millones de sirios cansados. Cansados de un gobierno que los oprime y unos rebeldes que –en gran medida- se han convertido en fanáticos soldados de Alá que dan mayor importancia a acabar con los kafir, los infieles, que a sentar las bases de un nuevo país. Casi la mitad de la población de Siria ha abandonado sus casas para ponerse a salvo. Hay más de 200’000 víctimas registradas desde que comenzó la contienda y la radicalización del conflicto sectario parece haber eliminado toda posibilidad de que en un futuro convivan suníes y alauitas o chiíes bajo una misma bandera. De los más de 9 millones de desplazados, algo más de 3 millones se encuentran en campos de refugiados situados en el extranjero, en Turquía, Líbano, Jordania e Irak. Otros han tratado de llegar hasta Europa, muchos por África. La mediterránea isla de Lampedusa ha visto como las pateras vienen ahora repletas de refugiados sirios en busca de un nuevo futuro. Pero la Unión Europea mira para otro lado. Sólo está dispuesta a alojar a algo más de 12’000 sirios. Países como Alemania han llevado a cabo una gran labor al acoger a unos 10’000 refugiados, el 80 % del cupo europeo pero un escaso 0,17 % de los desplazados por la guerra. España, en cambio, ha aceptado acoger a 30 sirios. Sí, 30.
Mientras la propaganda del Estado Islámico se extiende rápidamente por los medios de comunicación, los recientes llamamientos de organizaciones como Oxfam o Amnistía Internacional, que piden a los países ricos acoger a víctimas del conflicto sirio no reciben respuesta alguna. A pesar de todo, siguen existiendo todavía algunos países que le dan especial relevancia a este internacionalismo del siglo XXI.
“No podemos parar una guerra, pero sí mitigar sus efectos”, así se manifestaba José Mujica, Presidente de Uruguay, con la llegada de los primeros 42 refugiados -de un total de 120- que acogerá, alojará y a los que dará trabajo y escuela el país latinoamericano, número significativo teniendo en cuenta los escasos 3 millones y medio de habitantes que componen el país y la gran distancia que separa la zona en guerra de Montevideo. “Ya están jugando al fútbol, creo que los chicos son los que más rápido se integran” añadía.
¿A qué esperamos? Ya estamos tardando.