Revista Sociedad

Empecemos por el amor

Por Lacontra

   La libertad no sepierde cuando se encarcela un cuerpo. La libertad no se pierde cuando seamordaza una boca. Hay actos más cotidianos en los que nuestra libertad se verecortada y de los que, a veces, ni siquiera somos conscientes.   Aunque resulte unaobviedad, la libertad se pierde cuando se anula la capacidad de decisión. ¿Quélibertad puede tener el individuo si no decide sobre las cuestiones diarias quele afectan; o cuando, creyendo elegir, realmente está siendo reconducido haciaun camino que no es el propio?   Podría entender queestos patrones de conducta, normalizados por el uso de un colectivo másamplio,  simplifican las innumerablesdecisiones a las que se enfrenta el individuo a diario; pero, a cambio, mermansu libertad de elección. Y al decir que "merman su libertad deelección" me podría referir, perfectamente, a la pasividad que muestra elsujeto cuando ha de optar entre una alternativa (A): a la que atribuyefelicidad y un riesgo inherente a la decisión; y otra (B), que es la de dejarsellevar en el conformismo que practica la mayoría, y consolarse con el mal menosmalo.Por tanto, mepregunto si estamos siendo coordinados para seguir patrones simples deconducta, o  hasta qué punto diríamos querealmente decidimos el 100% de nuestros actos...
Empecemos por el amor
   Reconozco que atodas estas conclusiones no hubiese llegado por mí solo sin la ayuda deprofesionales  expertos en elcomportamiento social. Planteé el tema en una provechosa charla coloquial apropósito de una experiencia cada vez más cotidiana: No me explicaba cómo adiario, en cualquier lugar y ambiente que frecuentaba, podía escuchar tantasquejas sobre política o economía; en definitiva, escuchar tanto hastío por loque nos rodea y no observar un leve alzamiento contra sus causas. El español esasí -concluimos-; se caga en todo lo parío, pero no hace nada por cambiarlo;exige sus miles de derechos a quien no puede dárselos, pero vota a quien nopuede garantizárselos; te pone la cabeza como el bombo de "Manolo",contándote sus problemas, pero no sale a la calle a chillarle al culpable de susituación.Tratando deencontrar una explicación lógica a esta actitud, nos preguntábamos qué parte deinfluencia no tendrían los medios de comunicación. Hace tiempo que observo unaobstinación informativa con la recurrente crisis; continuamente representada enlos indigentes sin nombre, en los desahuciados con nada y en los nuevosexcluidos sociales, toda una moda en los programas de tele-realidad. Yconcluimos en si no estarán coordinados con los desalentadores mensajes de laclase política sobre las previsiones de desempleo y la asfixia económica delEstado. Es evidente que frente a estos estímulos calculados el ciudadanosolamente pueda reaccionar con el conformista "no estamos tan mal comoesos", o con un miedoso "todavía puede ser peor". Pero, ¡sisabemos que precisamente  el conformismoy el miedo son las levaduras del pan que amasan unos y se comen los otros!-repliqué, indignado-. Sí, pero hay quien también sabe que las migajas de esepan sirven para que las palomas coman en su mano, -replicó el profesor Jiménez-y les interesa que todos sigamos comiendo en sus manos.Empecemos por el amor
Hay quien grita consolo romperse una uña; pero, en cambio, puedes encarecerle el acceso a bienesbásicos, reducir sus derechos laborales, o privarle de derechosconstitucionales, que seguirá su vida como tal cosa. Como tantos. Eso sí, a míme ponen la cabeza como el bombo de "Manolo". ¿qué puedo hacer? -mereprochan-; molestos, como si hubiese hurgado en una dolorosa resignación quereconocen, pero que excusan en la impotencia; expectantes de una respuesta, queme traslada la responsabilidad de tener que saberla. Supongo, que cuandoalguien se da por vencido debe de sentirse así. Y no me gusta. Pero no soy yoni un agitador, ni un levantador de pesos muertos. Me basta con poder llevar elmío con dignidad. Y esta palabra no es una opción ni un derecho, es unaresponsabilidad que tenemos para poder seguir sintiéndonos personas.
   A veces, mesorprendo de lo maravilloso que es el ser humano, cuando compruebo que es capazde romper todas las barreras de muerte que le plantea la ciencia y llegar adominar el universo -pensaba en Stephen Hawking-; cuando leo que varios díasdespués de un terremoto hallaron vivo un bebe bajo los escombros; cuandocompruebo que una sola persona es capaz de alimentar más bocas que algunosEstados -y pienso en la madre Teresa-… A menudo, pienso en cuántas montañas escapaz de mover la voluntad de una sola persona, y no alcanzo a imaginar cuántasseríamos capaces de mover todas juntas. Esa es nuestra responsabilidad.
   En unos días será eldía "de los enamorados", luego llegará el del padre, luego el de lamadre, y así indefinidamente hasta que nos demos cuenta que en realidad todoslos días son días de lo mismo: días del consumismo, nos dicen qué, cuándo, y cómolo tenemos que hacer. Comencemos a darnos cuenta de que somos dueños denuestros días, que el amor, el padre, la madre,… no tiene un día al año, sinolos 364 restantes. Si cada día recordamos eso en cada uno de los detalles conquienes tenemos al lado, nos lo agradecerá el florista de nuestro barrio, elpastelero, el dependiente, nuestra pareja y nuestros padres, incluso nuestrobolsillo. Pero, sobre todo, nos lo agradecerá nuestra dignidad.Propongo queempecemos por el amor y pasemos a no celebrar el día que nos esperan, sino asorprender el día más inesperado. ¿Nos unimos…?

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