Revista Diario

Empezamos con el Pífano

Por Belen
El pasado lunes empezamos las clases de música. Como en su día os comenté este año continuábamos con su formación musical, dado el éxito del curso pasado, y comenzábamos a tocar instrumento. El elegido por el peque fue el pífano, la flauta travesera pequeñita. La profesora que tuvimos el pasado año, L. tocaba la flauta travesera, la utilizaba para amenizar las clases, acompañar las canciones que todos cantábamos y mi hijo se enamoró de ese sonido. Cuando le pregunté si quería tocar un instrumento, sin dudarlo contestó: -"Sí mamá, quiero tocar la flauta travesera". Dicho y hecho, compramos un Pífano y se ha pasado todo el verano toqueteándolo, jugando con él, no tocándolo porque es bien difícil soplar y emitir algún sonido. Pero sí familiriazándose con él.
Los inicios son siempre confusos. Aunque la profesora es la misma, damos la clase en un sitio distinto, y como novedad este año daremos dos días en semana, los lunes damos la clase individual y los jueves la clase grupal. ¿¿¿¿Individual???? Pues sí, parece que el Método Suzuki es muy dedicado al alumno, y ahí estamos mi pequeño y yo con la profesora dando la clase, muy íntimo todo. El primer día hemos trabajado mucho el soplar, y no me quejo porque a mi niño se le da muy bien. Hemos tenido unos cuantos cumpleaños seguidos, y ni que decir tiene que el primero que ha soplado las velas ha sido él. Ya a sus tiernos 2 años se sopló él solito y sin ayuda de nadie sus velitas. Vamos que se le da bien. Practicamos el soplido con una pluma, con una pajita, y soplamos mucho al aire, además de otros ejercicios, canciones y posiciones. Todo como un juego al que el niño se enganchó rápidamente. Pero todos los juegos tienen un fin claro.
Hoy hemos empezado la clase grupal. Son cinco niños, pero todos mayores que él, ya el año pasado habían recibido clases, creo que la más pequeña puede tener 5 años. Al principio mi hijo se ha sentido cohibido, pero adora estar con niños mayores. Se ha ido animando y ha acabado la clase participando, y con su pífano en la mano. Ha salido del aula feliz, dando saltos y con su pegatina de recompensa.
Estoy contenta, para llegar a poder tocar les enseñan muchas cosas. Por ejemplo, hoy han trabajado la lateralidad, el saber cuál es la mano derecha y la mano izquierda. Y claro, es fundamental para aprender a tocar.
Lo realmente importante para mi es que ha salido contento y satisfecho. Es una actividad divertida, enriquecedora, gratificante. Mi meta no es hacer de mi hijo un concertista como me consta pretenden muchos de los padres que llevan a sus hijos a esta escuela de música. Mis fines son otros, el primero que mi niño disfrute, y eso ya lo hemos conseguido. Además son dos tardes ocupadas en algo realmente hermoso para enfrentar el duro invierno que se avecina. Dos tardes de relación, aprendizaje, disfrute, música. Me parece una opción más que acertada.
Algunas amigas y conocidas me preguntan acerca de las clases de música que el niño empezó el pasado curso, sorprendidas por lo temprano de su inicio. Y siempre me gusta recomendarlas. Las clases de iniciación musical no son exigentes o aburridas. Son clases donde los niños aprenden ritmos, canciones, notas, escuchan piezas musicales al tiempo que dejan llevar su cuerpo al ritmo de los instrumentos. Se divierten muchísimo y su cerebro almacena rápidamente toda esa información. Y desde aquí, una vez más os lo recomiendo para vuestros hijos. No por el afán de que puedan llegar a tener carrera musical, sino con el ánimo de verles disfrutar y darles la oportunidad de aprender algo diferente y enormemente enriquecedor. La música es un gran regalo.

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