El jueves de la semana pasada fué el día D. Mi hija Pilar empezó primero de primaria y la verdad es que aunque los días previos a la vuelta al cole estaba tranquila y confiada, ese día se levantó un poquito más nerviosa.
Yo, sin embargo, estaba bastante más nerviosa que ella desde hacía días. Por un lado me llena de orgullo ver a mi niña tan mayor en el cole de verdad, pero por otro me da penita pensar que este año el cole ya es en serio, se sientan en pupitres en filas (como lo hacíamos nosotros), tendrá deberes todos los días, tendrá examenes y evaluaciones…y así hasta dentro de muchísimos años.
Su seño parece muy simpática y bastante tranquila, cosa que nos viene muy bien, porque Pilar congenia más con las seños tranquilas y cariñosas que con las secas o gritonas. Además hemos tenido muchísima suerte porque va a clase con una niña que vive en nuestra misma urbanización y eso le hará sentirse más a gusto en la clase.
A ella le gusta su seño y creo que es recíproco, porque le primer día ya vino a casa con un punto verde (es como un símbolo que le dan el cole cuando hace cosas bien).
Y por si fuera poco, el mismo día que ella empezó el cole, fue mi cumpleaños. Así que aprovechando la ocasión, nos fuimos a comer a un restaurante y celebramos su inicio del curso y mi 35 cumpleaños
Es curioso porque ese día, el hecho de que fuera mi cumpleaños era lo que menos me importaba, yo estaba muchísimo más preocupada de acompañar a mi hija en su inicio de curso, de encontrar su clase, de conocer a su seño, de ver qué compañeros tenía en clase y de ver si salía contanta o triste cuando la recogí. Cómo cambia el cuento! recuerdo cuando hace años el día de mi cumpleaños era importantísimo para mi, me hacían una tarta y mis padres no me reñían aunque hiciera trastadas porque era mi cumpleaños y ese día las normas eran…¿cómo decirlo? más difusas.
Pero bueno, ya hemos empezado primaria y ahora ya no hay marcha atrás.