Por La Casa Invisible (@LaCasaInvisible )
En 1848 el filósofo estadounidense Henry David Thoreau acuñó por primera vez el término «desobediencia civil». Lo hizo en una conferencia que posteriormente se convertiría en uno de los escritos más influyentes en el ámbito de la movilización social. Un texto que sigue vigente hoy en día. Pero a pesar de su impacto pocas veces ha intersectado con la arquitectura. Sin embargo, la desobediencia civil y en particular lo que conocemos como okupación, plantea preguntas incómodas a la vez que interesantes a la disciplina tal como ha sido practicada mayoritariamente hasta hoy mismo. En el interior de nuestro saber se remueve la vieja pero todavía vigente problemática funcionalista, verdadero núcleo moral y epistémico de la profesión desde hace casi dos siglos, que remite ahora a la relación biopolítica entre los espacios arquitectónicos y su uso social. Pero de igual manera sucede con el contexto normativo de su ejercicio, en cuanto derecho a decidir sobre el espacio construido, reservado a los profesionales facultados legalmente y del que en cambio son excluidos sus habitantes.
También supone un potente (y aleccionador) desvelador de conflictos sociales muy profundos. Por ejemplo: el dilema entre derecho a la vivienda y derecho a la propiedad privada; en otra escala, no solo sobre la disponibilidad y disfrute de los equipamientos urbanos, sino también respecto su gestión y en general lo que se viene denominando derecho a (intervenir en) la ciudad; y en tercer lugar, el enorme problema de la construcción-destrucción del capital fijo inmobiliario, debido a que el suelo como mercancía está sujeta a los ciclos de valoración y desvaloración inherentes a la dinámica del capital.
En la ciudad de Málaga, la Casa Invisible ha conseguido una creciente legitimación gracias a una intensa actividad, abriendo numerosos espacios de experimentación social y cultural antes inexistentes en esta ciudad. En el contexto mencionado de crisis de la arquitectura, la reflexión y praxis del habitar han sido, desde su mismo inicio en 2007, parte fundamental de su proyecto. Se rechaza la idea dominante de que los espacios arquitectónicos son meros contenedores y que por tanto no hay inconvenientes en transformarlos violentamente para, supuestamente, adaptarlos a nuevos usos; entonces el único límite es el de las protecciones normativas, desde la reductiva consideración de su valor histórico o artístico. Por el contrario, el principio del que parte el habitar en la Casa Invisible es que el edificio y sus habitantes deben desplegar sus potencias en una relación permanente de acomodos y cuidados recíprocos. Así considerado el inmueble es un agente (actante diría Bruno Latour) con un singular y decisivo protagonismo.
En este proceso, con frecuencia sumamente difícil (el edificio es de 1876, su deterioro ha sido grande y son escasos los recursos económicos, aunque haya mucho trabajo personal y voluntario), se ha cubierto recientemente una etapa importante con la redacción del proyecto básico de rehabilitación, respondiendo, aunque sea todavía de manera parcial e insuficiente, a las cuestiones arriba planteadas. Se ha efectuado un análisis profundo y exhaustivo con el objetivo de lograr, con una mínima transformación, la mayor capacidad de acoger (en el sentido de cuidar, no un simple alojar) los usos actuales y futuros. Según lo acordado con el ayuntamiento (aunque sigue pendiente la cesión del uso del edificio), la intervención se efectuará de acuerdo con criterios todavía poco habituales en este tipo de actuaciones en el patrimonio público (el inmueble es propiedad municipal): sin desalojarlo ni interrumpir su uso, experimentando y ensayando las soluciones técnicas y las correspondientes a la organización espacial, y en coordinación con la obtención gradual de su financiación (en total un millón de euros aproximadamente).
El siguiente paso consiste en la ejecución de las obras de la primera fase, previa la obtención de los fondos correspondientes, todo lo cual será gestionado por la propia Casa Invisible. En plazo muy breve se iniciará mediante una pequeña y necesaria actuación, posible gracias a la colaboración y generosidad de la ciudadanía a través de un crowdfunding #EmpezamosJuntas que en estos momentos está operativo y abierto a la aportación de donativos:
https://www.goteo.org/project/empezamos-juntas.
El reto es fuerte porque, además de la necesaria solvencia técnica y administrativa para el proceso de rehabilitación, es preciso dar un gran salto en el devenir y organización de toda la Casa, tanto en su componente arquitectónico como en el humano. Que en sí es el objetivo principal, además de una muy oportuna ocasión para ir superando las muchas contradicciones de la actual manera de entender nuestra profesión.
La Casa Invisible, es un centro socio-cultural situado en el centro de Málaga que nace con objeto de fomentar la auto-organización ciudadana, el pensamiento crítico y la creación colectiva.
Créditos de las imágenes:
Imagen 01-02: La Casa Invisible (fuente: La Casa Invisible)
Revista Arquitectura
#EmpezamosJuntas: de cuando la arquitectura encontró a Thoreau
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