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Empezar a decir adiós

Publicado el 20 diciembre 2016 por Mpatrix8

2 de octubre de 1966.

El club Atlético de Madrid inaugura su nuevo estadio, el Estadio del Manzanares, contra el Valencia. Cincuenta años hace de esa fecha cuando, no podía ser otro, Don Luis Aragonés lleva el primer balón al fondo de la red de esta nueva casa. Casa que será conocida por el nombre del río que la baña hasta adoptar el nombre que hoy conocemos, en honor al presidente que logró sacar al club (perdón, al SAD) de la crisis económica y el atasco en el traslado a este nuevo estadio, Don Vicente Calderón.

Empezar a decir adiós

Una situación, la de los años 60 del siglo pasado, que vuelve a repetirse cincuenta años después, una eterna reforma del estadio, la nostalgia de los aficionados que se resisten a abandonarlo y una figura poderosa, un empresario, que da el empujón definitivo que permite a la tropa india mudarse a un estadio más grande, mas moderno, mas cómodo… Y que llevará su nombre. ¿Darán los años al señor Wanda el mismo reconocimiento que a Don Vicente Calderón? ¿O quizá seguiremos con esta eterna nostalgia melancólica, como tantos otros equipos, pensando que todo tiempo pasado fue mejor? Quizá es porque nuestro templo del Manzanares es el único estadio que ha conocido esta servidora, pero no dejo de imaginar a los atléticos en meses, en un año, dos, diez, enjugándose con disimulo una lágrima al pasar por esa esquina de la M-30, bordeando el Manzanares.

En la vida se celebran muchos cumpleaños, se celebran con ilusión, con una pequeña, fiesta, con regalos pero, lo más importante, rodeado de los tuyos. Sin embargo, ¿cuántas veces celebramos nuestro cumpleaños sabiendo que va a ser el último? Pocas, muy pocas, ninguna, salvo que seamos Gabriel García Márquez en Crónica de una muerte anunciada. Y eso nos ha ocurrido con el Vicente Calderón. El Calderón cumplió cincuenta años de historia, por si alguien aún no se enteró, se hizo una gran fiesta durante todo el fin de semana y el equipo le regaló el liderato, que no duró mucho.

Será su último año, al menos su último año de vida útil, antes de enviarlo al asilo mientras envejece y esperamos a que muera y lleguen las excavadoras a llevarse piedra a piedra nuestro Campo de sueños particular.

Qué irónico que el himno del centenario del Atlético hable tanto de un estadio que se quedará en la mitad de siglo de vida.

Empezar a decir adiós

“Para entender lo que pasa hay que haber llorado dentro del Calderón, que es mi casa.”

Y ya está, ¿no? Los rojiblancos harán las maletas y se mudarán a una nueva casa, a una Peineta de nombre monetario, al estadio Wanda Metropolitano, que aún está a medio vestir, pero se prevé que sea un estadio de los que hacen historia, modernos, con un  juego de luces rojiblancas que impresionan desde la distancia, y que planean hacer del estadio uno de los centros europeos de la magia del fútbol. De todas maneras, tan sólo ha cumplido cincuenta años el estadio, no hace tanto tiempo que el Atleti lucha en el Calderón.

“O del Metropolitano donde lloraba mi abuelo con mi papá de la mano.” 

Empezar a decir adiós

Quienes tengáis familia atlética os contarán, con nostalgia en los ojos, historias de tardes de domingo en el Metropolitano, ya desaparecido estadio en Cuatro Caminos. Muchos de vosotros, como Fernando Torres, tendréis un abuelo lejos de la Tierra que tendría que enjugarse las lágrimas al veros gritar en el nuevo Metropolitano, como hicieron ellos en el antiguo.

“Paseo de los Melancólicos, Manzanares, cuánto te quiero.”

Y seremos nosotros quienes hablemos a nuestros hijos de un mítico estadio en el que creímos, en el que lloramos, en el que cantamos. Hablaremos del Calderón como una nostálgica época del pasado cuando pasemos con el coche por ese pedacito de la M-30.

Empezar a decir adiós

“Como los indios okupas que acampan con sus banderas en la ribera del Pupas.”

Cuando paseemos junto al río, les contaremos a nuestros hijos cuán acertado era a veces salir del estadio caminar con la cabeza gacha por el Paseo de los Melancólicos y evocaremos su figura en el horizonte desde el puente de Toledo, donde tantas veces nos quedamos atascados en una marea de gente, mientras cantábamos el himno.

“Infartando en la ribera del Manzanares los corazones.”

Cada semana, cada partido es una despedida, el último derbi de Liga en el Calderón, el último partido del año, la última Navidad, el último mayo… Un día, dentro de muy poco tiempo, cuando llegue la primavera, ocurrirá, como aquella primera vez que visité nuestro templo, que una marea de gente cruce el río Manzanares y se paren, atascados entre la marea de gente en el puente. Alzaremos la vista atrás para mirar el estadio y, como aquella primera vez, miles de personas alcen sus voces para cantar, por última vez.

Yo me voy del Manzanares, del estadio Vicente Calderón.

 Suenan los últimos compases de un estadio que, latido a latido, va componiendo su despedida.

Sigue leyendo la despedida del Vicente Calderón en El adiós de las féminas


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