Para mi, hoy empieza el verano. El estío, palabra infinitamente poética. 21 de mayo. Una fecha perfecta para una im-perfecta como yo. Le he arrancado una página al calendario sin más. El primero de los motivos es personal, así que los lectores permitirán que no lo publique.
Y el segundo es que es viernes y hace un día estupendo, que rebosa un calor que acaricia la piel sin asfixiarla. Todo el mundo parece de un humor óptimo. Será porque el mío, mi humor, goza de buena salud. Hay chicas monas, insultantemente jóvenes, de piel tersa y de sonrisa impecable en todas partes. Me veo un poco en ellas, a mis 34 años, que galopan camino de los 35. Sin duda es por este verano merecido, tras un invierno duro e implacable, hasta para los que nos llevamos bien con el frío.
Para celebrarlo voy a ponerme unas romanas en un rato, porque mis pies piden a gritos una liberación merecida, tras meses de enjaulamiento. Y me atrevo con una falda, sin medias ni leggings, a pesar de la blancura de mis piernas. Las sandalias de tacón que aún no he podido estrenar me están retando desde su preciosa caja color rojo pasión, y mañana por la noche quizás les de una oportunidad. Ganaré ocho centímetros de altura de golpe y una inyección de autoestima. La primera cena estival bien lo merece.
Y ya le he echado el ojo a otro capricho veraniego para mi fondo de armario, completamente accesorio y sin embargo, imprescindible. Ese borsalino que no puedo dejar escapar. Me lo he probado y era tan chic que apenas me ha provocado impresión el precio. Sólo necesito que la más presumida de mis hermanas me de un empujón y será mío.
De la maldita y tan reiterada, como absurda, operación bikini mejor no hablamos, para no enturbiar este alentador panorama que os he dibujado más arriba. No se lleva bien con los helados, las cañas, los mejillones en salsa y la ensaladilla rusa.