La especialista Paula Molinari asegura que la transparencia es clave. Advierte que también deberán cambiar los sindicatos.
En el año 2025, el 75 por ciento de la fuerza laboral del mundo estará compuesta por millennials, la generación nacida en los últimos 20 años del siglo pasado.
Llegan con una nueva mentalidad y con una concepción del trabajo que choca con la de las generaciones anteriores. Y empujan una transformación cada vez más fuerte a medida que crece su número en universo laboral y, además, comienzan a tener roles de gestión en las organizaciones.
Paula Molinari, fundadora y presidenta de la consultora Whalecom, estudia las transformaciones en el mundo del trabajo a partir de los cambios generacionales y tecnológicos.
En diálogo con La Voz, antes de disertar en el Pre Coloquio de la Unión Industrial de Córdoba (organizado en Villa María por la Asociación de Empresarios de la Región Centro Argentino), la autora de libros como Turbulencia generacional, El salto del dueño y Desencajados dijo que estos nuevos trabajadores son optimistas, pragmáticos y colaborativos. Se mueven en grupos, y su red de contención está en los afectos y en los amigos.
Advirtió además que no conciben el trabajo como una misión de vida a la que deben apegarse. Son más independientes y se sienten libres de cambiar el rumbo. Por eso, pueden dejar todo en cualquier instante para irse a dar la vuelta al mundo en moto.
Para una empresa, retenerlos implica mucho más que asegurar un futuro y una buena remuneración. Molinari dice que se vienen cambios para los que es vital entender cómo es esta nueva generación.
-¿Cómo tienen que prepararse las empresas con los "millennials" en el mundo laboral?-Hay cosas que son importantes. Primero, hacerlos participar. Los espacios de trabajo que ellos valoran son aquellos en los que pueden sumar ideas. Ven el mundo a través la tecnología que viene y tienen mucho para aportar. La transparencia y la identificación con los valores son importantes. La generación millennial odia el doble discurso, como las empresas que dicen que lo más importante son los clientes, pero cuando llamás no te atienden nunca. Esas incongruencias saltan muy fuerte para el mundo millennial. Hay que conversar con ellos, que participen y que se identifiquen con el proyecto de la empresa. Venimos de estructuras que se manejan con un modelo militar de dirección y control. Hay que romper con eso.
-¿Las empresas tienen miedo a abrirse? Porque no deja de ser una manera de ceder parte del control.-Va a ser ineludible. Será el nuevo modelo de management que imperará. Las empresas que no se transformen quedarán obsoletas, anticuadas y serán expulsivas de jóvenes. Pero todavía hay una problemática mucho mayor: la llegada de los sucesores. Hay empresas en las que el conflicto generacional se da dentro de la familia.
Vemos muchísimos jóvenes dejando las empresas de su familia porque no consiguen tener un espacio. Quieren participar, y cuando se dan cuenta de que no lo consiguen, se van para no generar un conflicto familiar. Antes se resignaban, pero hoy no. Y es un lío, porque hay sectores en los que deja de haber sucesión. La producción láctea es un ejemplo.
-¿De qué manera esta concepción que tienen sobre el trabajo puede incidir en la relación laboral?-Van a tener que cambiar mucho los sindicatos. Tienen para aportar muchas cosas, como recapacitar a toda la gente para el nuevo mundo laboral que se viene, que es mucho más digital y automatizado. No es que al millennial no le interese la defensa de su puesto de trabajo, sino que plantea una relación adulto-adulto con la empresa. Toma las riendas de sus decisiones. Hay muchísimos que son emprendedores y prefieren trabajar como autónomos, cuentapropistas. Muchas cosas que hoy se hacen dentro de la empresa, en el futuro se harán con la misma calidad de servicio, pero desde afuera. La autonomía es muy valorada por ellos. Aparte, forman familias en las que trabajan los dos y eso genera otra forma de decidir. El hombre proveedor se terminó con la generación anterior. Con los millennials hay un interjuego de dos, donde las tareas se dividen, y vas a ver, por ejemplo, muchos padres encargándose de cuidar a los hijos.
-¿Las empresas más tradicionales deberán readaptar sus espacios de trabajo?-El espacio empieza a tener un significado distinto. Y por eso hay muchas inversiones en hacerlo muy agradable para que la gente tenga ganas de estar ahí. Porque si no, se va a trabajar a su casa, que está mejor. Hay que tener muy buena tecnología y espacios coherentes con los valores de la empresa. Si el valor es el trabajo en equipo, no puede haber tantos lugares privados cerrados. Tienen que ser espacios donde la gente se pueda reunir mucho más. En la zona de Catalinas, en Buenos Aires, reniegan de la naturaleza y ni siquiera se pueden abrir las ventanas. Las nuevas oficinas integran la naturaleza, valoran que todo el mundo tenga luz natural. Todo se resignifica. Hay cada vez más flexibilidad y no toda la gente tiene que ir necesariamente a la oficina. En Buenos Aires hay empresas que tienen 1.500 empleados, pero solamente 500 puestos físicos de trabajo.
-¿Cómo se refleja este cambio en una industria de montaje?-En el mundo industrial es distinto todavía, porque la gente está más cerca de los procesos, pero se empieza a tratar de brindar condiciones de trabajo muchísimo más atractivas en todo, como vestuarios, comedor, ambientes más limpios.
-No alcanza con prometer un buen sueldo para hacerlo atractivo.-La buena remuneración se valora como si fuera un factor higiénico. Es necesaria, pero no lo principal. Hoy se valoran mucho más otras cosas dentro del trabajo.
Una investigación que hicimos preguntando a 4.800 profesionales lo que más valoraban del trabajo, nos dio, como primero, los desafíos y las oportunidades, lo segundo fue la gestión del tiempo, y recién tercera la remuneración. La valoración del tiempo no existía hace 10 años.
Fuente: https://www.lavoz.com.ar/negocios/empleo-la-generacion-millennial-odia-el-doble-discurso