Revista Diario

Empoderamiento y lactancia

Por 1maternidad_diferente

Empoderamiento y lactancia

Hablar de empoderamiento de la mujer en el ámbito de la sexualidad y la salud reproductiva nos remite, principalmente, al parto y al movimiento que reclama que la protagonista de un momento tan íntimo e importante sea la propia mujer. Empoderamiento, en este ámbito, es el proceso por el que la mujer adquiere o recupera la confianza en si misma, en su cuerpo y en su capacidad para tomar decisiones y llevar las riendas de su vida.

Este empoderamiento adquiere una importancia fundamental en el parto, porque no hay ningún otro acontecimiento en la vida femenina que cambie más la autopercepción y la concepción del mundo que nos rodea que el momento del parto como culmen del proceso de gestación y creación de una nueva vida.

Una mujer empoderada es una mujer confiada, que no necesita delegar sus decisiones en terceras personas, que se responsabiliza de su salud y de la de su bebé.

El espejo de la lactancia
Aunque se hable del empoderamiento sobre todo en el ámbito del parto y evaluando la calidad de la atención obstétrica, lo cierto es que la lactancia también juega un papel fundamental en el empoderamiento de la mujer. En el caso de que haya tenido un parto acorde con sus expectativas, la lactancia supone un paso más en la autoconfianza de la mujer. Pero en el caso de que la mujer haya vivido el alumbramiento como un acontecimiento en el que ha perdido el control y las riendas de su vida, la lactancia puede ser el bálsamo que la ayude a reconciliarse con su propio cuerpo y a recuperar el protagonismo de su cuerpo, su vida y sus decisiones.

Considero que es importante que todas las personas relacionadas con la lactancia (profesionales sanitarios, pero también asesoras de lactancia o doulas, por ejemplo) estén familiarizadas con este término y este proceso, ya que contribuirá a que la relación con las madres se oriente al empoderamiento y no al empobrecimiento de su autopercepción.


Manos fuera
Cuando inicié mi formación como asesora de lactancia, me llamó poderosamente la atención el hecho de que se nos instara a guardar las manos en los bolsillos a la hora de tratar con las madres. No me entraba en la cabeza que si había que corregir la postura o el agarre no se pudiera tocar a la madre o al bebé para demostrar fácilmente cuáles eran los cambios o las mejoras a conseguir. Sin embargo, y a pesar de mi dureza de mollera, he terminado captando el mensaje. Cuando una mujer ayuda a otra a hacer las cosas por si misma, la está capacitando para repetir esa misma acción miles de veces. Cuando una mujer hace las cosas por otra mujer, solo está abonando el terreno para mayor inseguridad y está permitiendo que esa madre se vaya a casa pensando que necesita ayuda externa para amamantar. Tan simple como el dicho popular de dar pescado o enseñar a pescar.

Cualquier persona que ayude o asesora a una madre en su lactancia debería pensar en "enseñar a pescar" y no en dar pescado a esa mamá. Es muy común, cuando alguien nos cuenta su lactancia o sus inicios, que nos diga que hubo una enfermera muy maja que le colocó al bebé o le "enganchó" al bebé y logró una toma buena. Normalmente lo cuentan como agradecimiento, pero al final lo que a esa madre se le queda es que esa enfermera participó activamente y no el sentimiento de "yo logré" aunque fuera con su ayuda. No hay más que prestar atención a cómo está formulada la frase ("me enganchó", "me colocó") para ver que la madre es el sujeto pasivo en toda la situación... Y, desde luego, una madre pasiva no es una madre confiada y/o autosuficiente.

El camino largo
Empoderar a una madre también significa prestarle atención verdadera. Escuchar lo que nos dice y lo que no nos dice y dar validez a sus preguntas e inquietudes. En cualquier conversación sobre lactancia materna es fácil saltar afirmando que "es un mito que unas madres tienen mucha leche y otras poca leche" cuando una mujer nos transmite inquietud sobre su capacidad para satisfacer las demandas de su hijo. Lo complicado es mirarla a los ojos, escucharla con el corazón e indagar en la causa de su inquietud, preguntando con paciencia, explicando con dulzura y deshaciendo poco a poco la madeja que la ha llevado a percibir que algo va mal en su lactancia. Es difícil, pero no inalcanzable, como asesoras voluntarias o profesionales de lactancia debemos tratar de dar ese paso y ofrecernos cercanas y disponibles para resolver hasta las dudas más nimias, porque de ese modo estaremos contribuyendo al empoderamiento de las mujeres que se acercan a nosotras a través de su lactancia.

Hay estudios que constatan que cuando una madre es atendida de esta manera (manos fuera, empatía, empoderamiento), se siente dueña de su lactancia, capacitada para decidir y, normalmente, amamanta durante más tiempo. Una madre empoderada toma las riendas de su lactancia, se implica en el proceso del amamantamiento y lo disfruta, de manera que es un ladrillo más entre los muchos que contribuyen a su crecimiento personal.


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