por Juan Dionicio Tavárez Soriano
Un día tuve que detenerme y hacerme seriamente esta pregunta pues me había dado cuenta de que el tiempo no se había detenido a mis quince años cuando soñaba con ganar el mundo para mí. Pasados los treinta años, tenía varios proyectos, aspiraciones, sueños y metas no cumplidas y necesitaba entender cómo llegar a ellas a la mayor brevedad y con menos sacrificio.
Comencé entonces a buscar alternativas de trabajo que me permitieran compartir más con mi familia, lograr mayores niveles de libertad, realizar mis actividades preferidas y aportar a la sociedad, todo esto haciendo, por una vez en la vida, tareas que disfruto hacer como componer e interpretar canciones y enseñar a otros.
El camino hacia la realización de mis sueños me fue llevando poco a poco por una emocionante ruta de autoconocimiento en el que se descubrían poco a poco las verdaderas razones de mi estancamiento, tanto en actitudes mías como en las de los demás, razones que se convirtieron en las lecciones irrepetibles que la vida me regalaba día tras día.
La respuesta a la pregunta “¿por qué no he logrado mis sueños?” me ha sido respondida múltiples veces a través de diferentes creencias limitantes y respuestas de auto – sabotaje que sólo sirven para mantenernos al margen de la mediocridad y a años luz del éxito.
Estas son las 10 razones por las que no he logrado mis sueños:
1. Por no creer.
No creer en mí mismo, en los demás, en que un trabajo puede funcionar para mí, en que yo puedo hacerlo, en que otras personas también pueden, en que el dinero llegará, en que estaré en salud. Creer, siempre creer es como la llave que nos abre la puerta del camino porque lo que no creemos automáticamente deja de existir para nosotros. Y si no existe, nunca lo podremos ver.
2. Por no cumplir.
La palabra empeñada parece haber perdido su valor, pues hacemos promesas, fijamos citas para a una hora, una fecha y luego violamos todo alegremente porque en nuestra lista de prioridades los lugares varían rápidamente en base a nuestros intereses y por esto perdemos grandes oportunidades, perdemos relaciones que pueden ser determinantes en nuestro futuro y sobre todo perdemos tiempo, que es un recurso imposible de recuperar.
3. Por no invertir.
Puede ser que creamos que las cosas vendrán del cielo y que no requerirán de nuestro esfuerzo o de nuestro dinero. Esto es completamente falso y es la creencia más generalizada. A pesar de que implique un gran riesgo, siempre debemos estar a la disposición de invertir en la medida de nuestras posibilidades, porque invertir es como sembrar: cosecharemos siempre en la misma proporción. Claro que, igual que en la siembra, depende también del terreno en el que caen nuestras semillas, por lo tanto debemos estar preparados para perder, inclusive perderlo todo y volver a comenzar. En este caso diremos como Tomas Alba Edison: Muchos fracasos de la vida han sido de hombres que no supieron darse cuenta de lo cerca que estaban del éxito cuando se rindieron.
4. Por no estudiar.
Nadie es propietario de todo el conocimiento, ni existe un conocimiento absoluto. Casi todo puede ser reinventado, redescubierto, rediseñado. Los cambios de paradigmas son permanentes de generación en generación y por eso debemos siempre estudiar, conocer, experimentar, prepararnos con lo que existe y estar abiertos a lo nuevo que existirá. Claro, todo dentro de una escala de valores que promueva la vida, la convivencia pacífica, el amor entre los seres humanos y la preservación de la naturaleza.
5. Por no dejarme guiar.
A lo largo de nuestra vida aparecen ciertas personas que tienen la sincera intención de guiarnos hacia el próximo nivel y éstas llegan justo cuando estamos listos para dar este paso. Lamentablemente nuestro peor enemigo, que es el ego, la necesidad de gritar a los cuatro vientos que los hicimos solos sin ayuda de nadie, nos domina y rechazamos tan preciosa oferta. Para crecer siempre es necesario un tutor, mentor o maestro que nos ayuda a aclarar el camino y a pisar firme para avanzar con seguridad.
6. Por seguir o dar malos ejemplos.
En el último año, a través de un negocio de vanguardia que estoy desarrollando junto a mi esposa, he aprendido un término nuevo: “la modelación”, que no es más que el ejemplo que recibimos de estos guías y el que damos a otros cuando nos toca guiar. Esto me abrió los ojos porque en el mundo real, aunque alguna gente no te lo diga, te observa y trata de seguir tus pasos. También nosotros, aunque no nos dejemos guiar de quien realmente nos quiere ayudar, seguimos los pasos de personas que nos sirven de modelo pero que no tienen principios y valores claros. Es por esta razón que, tanto nuestros seguidores anónimos como nosotros vivimos constantemente entrando en veredas sin salida y en círculos sin fin que nos alejan de nuestra meta cada vez más. Generalmente criticamos en otros lo que nos molesta de nosotros mismos porque esperamos que los demás sean mejores de lo que nosotros hemos sido incapaces de ser.
7. Por querer que otros tengan los mismos sueños.
La libertad es un tesoro y como tal debe ser cuidada, protegida y practicada diariamente. Es necesario entender que nos somos ni seremos iguales. Aunque parezca que tenemos las mismas metas, realmente son diferentes, totalmente diferentes. Muchas veces hacemos creer a los demás que compartimos en igual nivel su pasión y esto se debe a que queremos ser aceptados y reconocidos. A la larga resulta que este edificio se derrumba porque está sobre cimientos falsos e insostenibles. Aceptar el derecho de los demás a disentir y el nuestro propio a participar o no de una iniciativa es el principio de relaciones genuinas en donde negociamos nuestros niveles de participación en proyectos comunes sólo condicionados por la regla ganar-ganar.
8. Por no reconocer las virtudes de los demás por encima de sus defectos.
Hay un poder inmenso en reconocer las virtudes de los demás, nunca como adulación sino como un proceso en el que nos damos la oportunidad de conocerlos profundamente para poder valorar su identidad. Todos tenemos razones para ser elogiados y ninguno para ser juzgados, esto porque nuestras virtudes son tan inherentes a nuestra condición humana como nuestros defectos. Cuando aprendemos a juzgar menos y a reconocer más nos engrandecemos y forjamos relaciones duraderas fundamentadas en el amor.
9. Por no saber esperar.
Toda la naturaleza corre sobre la autopista del tiempo. Cuando nace un árbol no nace grande de una vez. Todo en este proceso llega a su tiempo y no inicia un proceso hasta que el otro se ha completado satisfactoriamente. El árbol debe crecer, hacerse fuerte, madurar y florecer antes de dar los primeros frutos y todo esto pasa en un tiempo predefinido y no antes. Saber esperar es una virtud poco común pero todos podemos aprenderla si prestamos atención a los pequeños cambios, si nos damos cuenta de que algo está pasando aunque en proporciones muy pequeñas, a veces imperceptibles. Aunque no notemos que el universo cambia a cada instante, no podemos afirmar que es estático e inamovible.
10. Por no querer lograrlos.
Realmente la razón más poderosa para no alcanzar nuestros sueños es no querer lograrlos. Esto porque cuando deseamos algo con todas nuestras fuerzas y con todo nuestro corazón casi nada puede detenernos, ningún sacrificio es tan grande, ningún camino tan largo. Por lo tanto la pregunta primordial es: “Si en verdad deseo lograr esto, ¿estoy dispuesto a transformarme en una nueva persona por este fin?” Para ver cambios en nuestro entornos debemos cambiar nosotros primero porque todo lo que queremos ya está allí en una forma intangible, al transformarnos en nuestro deseo, lo hacemos visible a nuestros ojos y verdaderamente posible.
Autor Juan Dionicio Tavárez Soriano - Egresado del ISEAD. Seguridad Desarrollo y Tecnología (SEDETEC, EIRL). http://sedetec.blogspot.com.
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