Parte de mi tiempo lo llevo dedicando estos últimos años a analizar proyectos de emprendimiento desde la perspectiva del inversor, del business angel. No descubro nada diciendo que no es fácil acertar en la evaluación, a partir de pocos datos, qué proyecto saldrá adelante y cuál no.
Lo que sí tengo claro es que hay dos tipos de emprendedores: los visionarios y los soñadores. Los primeros tienen una idea rompedora y potencialmente ganadora, que puede costar mucho implantar, pero que es factible. Los segundos se plantean objetivos imposibles, aunque a priori puedan sonar idílicos. Los primeros suelen tener éxito, y son los Facebook, Microsoft, Apple o Google del futuro; los segundos quiebran o, con suerte, sobreviven como empresas normales.
Todos pretenden haber encontrado un espacio libre de competencia, haber creado una nueva categoría de producto, un blue ocean.
Está claro, repito, que decidir cuándo un emprendedor y un proyecto son visionarios o soñadores es muy difícil, y acertar es lo que distingue a los inversores que son excelentes de los que somos (me incluyo) mediocres.
Todas las semanas veo proyectos que califico como soñadores, y son pocos (o ninguno), de los que llegan a mi mesa, a los que llegue a calificar de visionarios. Seguro que me equivoco, como todos nos equivocamos. ¡Cuántos rechazaron proyectos como Wallapop o Glovo, por citar los más conocidos!
Por desgracia, o por suerte, o porque estoy donde estoy y soy quien soy, lo que me llegan y en lo que suelo invertir, son proyectos poco rompedores de emprendedores de un tercer tipo: los que no pretenden cambiar el mundo, que no son visionarios ni soñadores (aunque están más cerca de estos últimos), que suponen un menor riesgo para el inversor, que requieren menos inversión en capital, y que aspiran a ser rentables lo antes posible y encontrar un camino razonablemente positivo, nadando en un océano competitivo más cercano al rojo que al azul.
En definitiva, todos tratamos de encontrar a los visionarios, de evitar a los soñadores y al final nos conformamos con algo más de andar por casa. Así es la vida.