De lo primero que hay que ser consciente es que la eliminación de barreras de entrada en la mayoría de los sectores condujo a una sobresaturación de ofertantes, sea cual sea el producto que comparemos. Y esta mayor competitividad por captar clientes conduce a un menor margen de error en la estrategia de posicionamiento en el mercado. Estamos ante un gran cambio con
relación al pasado: antes, muchos emprendedores se ponían a andar empujados por la ilusión y el entusiasmo de su iniciativa e iban aprendiendo sobre la marcha. Se cometían muchos errores de gestión, es cierto, pero esos fallos no tenían consecuencias demasiado drásticas que comprometieran la viabilidad del negocio. Así, poco a poco, uno iba aprendiendo de los errores y mejorando su modelo de negocio inicial.
A día de hoy, con escenarios totalmente diferentes, casi no queda margen a la improvisación y al error. Por dos razones:
- Primera.- los errores estratégicos de posicionamiento son rápidamente aprovechados por los competidores, de tal manera que si en poco tiempo no llegamos a la cuota de mercado que necesitamos para cubrir los gastos de arranque, será tremendamente costoso recuperar el camino perdido.
- Segundo.- al no existir una financiación de salida tan ¿holgada? como la del pasado, los errores de gestión rápidamente se trasladan en forma de números rojos a la cuenta de resultados, sin que exista un colchón financiero que permita "ir tirando" en tanto no se consolidan las cifras. Esto acorta muchísimo los ciclos de vida de las empresas y por eso no es nada extraño que muchos pequeños comercios (y otros no tan minúsculos) deban echar el cierre al poco tiempo de haberse creado.
¿Significa esto que está todo perdido y no vale la pena salir? Desde luego que no. Lo que significa es que hay que hacer las cosas de modo diferente, de modo acorde con las circunstancias actuales bien distintas a las del pasado. Me estoy refiriendo, exactamente, a tomarse un tiempo prudencial para diseñar de modo "virtual" (por decirlo de alguna manera) el futuro proyecto que uno tiene en mente, haciendo aflorar todas las interrelaciones con clientes externos (proveedores, inversores, clientes...) y sopesando la viabilidad operativa de toda la estructura para, a continuación y en caso afirmativo, sopesar también la viabilidad económica.
Los costes de este retraso (tanto en dinero como en tiempo) se verán compensados por la solidez del proyecto, mucho más "pensado" y entendido, con menos improvisación y, en consecuencia, menos margen de error. La ilusión por iniciar la andadura lo antes posible debe ir acompañada de una buena dosis de reflexión, conscientes de que hay que evitar a toda costa que el entusiasmo por salir fuerce la minusvaloración de riesgos.
Hoy las cosas hay que hacerlas así: con calma y meditación. En definitiva; emprender en tiempos de crisis no es una tarea imposible sino más bien, todo lo contrario. Puede suponer aprovechar oportunidades de mercado que otros dejaron libres por no haber hecho bien las cosas. El cambio más importante que hay que abordar es una planificación excelente como paso previo al lanzamiento del proyecto, todo ello con el objetivo de maximizar los escasos recursos y minimizar los riesgos inherentes a todo emprendimiento.
Un fuerte abrazo y mucha suerte para este nuevo año.
Reciban un cordial saludo
JJRomero