Uno de los temas recurrentes con mis clientes de coaching para emprendedores es el tema de hacerse una web. Esto de “hacerse una web” se ha popularizado hasta el punto de llegar a pensar que tenerla basta para que los clientes lleguen a raudales. Nada más lejos de la realidad.
No hace mucho hablaba con uno de mis clientes de Coaching para Emprender, hacia el final del proceso. Habíamos ya sorteado obstáculos, superado bloqueos, saltado barreras y traspasado algunos de esos límites que, comúnmente decimos, “nos auto-imponemos“. El progreso estaba siendo espectacular, gracias a que “Jose” estaba poniendo toda, pero toda, la carne en el asador. Su compromiso con este proceso, con su voluntad de mejora, de desarrollo, de cambio, era sobresaliente. De hecho, su proceso completo había sido tan eficaz dado todo el esfuerzo que estaba poniendo, que habíamos programado 10 sesiones y durante el transcurso de la 6ª pensé ya en proponerle volar solo. Desde luego, podría haberlo hecho. Gracias a sí mismo y al proceso, no gracias a mí, que soy meramente una compañera de viaje, ya estaba preparado. Excepto por una cosa.
Hacia el final de aquella que yo pensaba era nuestra penúltima sesión, esa 6ª cita conmigo, me dice: “Bueno, pues quiero hacerme una web para empezar. Tengo un amigo que me la hace en dos días, me ha dicho“.
Se me cayó el alma a los pies.
En Coaching no debemos mostrar ninguna señal (o las menos posibles) de subjetividad o imparcialidad, pero esta vez fue tan repentino que, no solo me asaltó el pensamiento de “ay, alma de cántaro”, sino que encima se me notó en la cara. Intenté recomponerme inmediatamente, tratando de que tanto mi juicio como mi expresión pasara inadvertida para “Jose”. Pero durante nuestras sesiones “Jose” aprendió, sin darse cuenta, a interpretar la comunicación no verbal casi mejor que yo misma: me caló.
“¿No crees que deba hacerme una web, Esther?“
“¿Tú qué quieres hacer?”
“Es obvio que quiero hacerla pero hay algo que me dice que no estás de acuerdo”
“¿Qué signos te dicen que no estoy de acuerdo?”
“Jajajaja, tu cara. Vamos, deja el coaching ahora. Dime qué es lo que piensas”.
“OK, pero esto es off the record. Esto no es coaching. Es un consejo, ¿queda claro?”
Finalmente le expliqué lo que tantas veces he explicado, pero a mis clientes y posibles clientes de Web Coaching. Que tener una web es más que diseñarla, contenido incluido, y publicarla. Cuando te planteas hacer una web hoy día, aparentemente es muy fácil. Solamente tienes que adquirir un dominio y alojamiento, un buen gestor de contenidos (CMS, tipo WordPress o Blogger etc.) diseñarla lo mejor que puedas … e voilá: en breve encontrarás clientes por internet.
¿Qué es lo que ha ocurrido en estos últimos años, que casi todo el mundo piensa que hacer una web es tan simple?
En mi modesta opinión, esto se ha implantado en nuestra mente colectiva por la popularización de las herramientas que antes eran menos accesibles. No digo que esto sea malo, en absoluto. Es una maravilla. Además, multitud de esas herramientas encima son gratuitas. Sin embargo, hacer una web hoy es tan accesible (accesible, no fácil) como si de repente todos tuviésemos acceso a un salón de operaciones y todo su equipamiento, desde el bisturí hasta el monitor de signos vitales. ¿Querríamos operar? ¿Querrías tú, así, a las bravas?
De acuerdo, es un símil un tanto kafkiano, nadie en su sano juicio operaría, sino que se dedicaría a estudiar medicina si ese es su anhelo.
Con esto lo que quiero resaltar es que sí, tienes las herramientas para poder hacer una web, pero, realmente sabes lo que TIENES que hacer? En general, no. Y no solo esto, sino que además, la mayoría piensa que es suficiente con tener una web. Tener una web para no tener tráfico, sirve de bien poco. Y obtener tráfico es muy, muy complicado. No digamos de obtener un buen posicionamiento orgánico por parte de Mr. Google. Con todo esto, que no es más que una pincelada de lo complejo que es el marketing online, llegamos a intuir que todos esos posibles clientes, lectores, compradores, fans, seguidores, audiencia, público, de nuestra web, no llegan a ella por arte de magia ni porque “la web está ahí”. No es la presencia, es la visibilidad.
Así es. Tener una web no es tener un escaparate en la Gran Vía y megáfonos por todo Madrid para que vayan a nuestra tienda. Muy al contrario, tener una web es más bien tener un escaparate, sí, pero en la Fosa de las Marianas, o en la Antártida, el desierto más grande del mundo. O en Marte, ya puestos. De nosotros depende ir acercando el escaparate (y la tienda, claro) hasta el punto más cercano a nuestros clientes, audiencia o público objetivo.
Así se lo dije a “Jose”. ¿Qué crees que me dijo? ¿Se achantó, se desilusionó? ¿Se desanimó?
¡Qué va! Me dijo: “Genial! ¿Entonces cuando empezamos?”.