“No sé donde estoy” es una frase típica de más de un empresario. Suelen decirla cuando las cosas se ponen mal y sus márgenes se estrechan o sus ventas se reducen.
Sólo se acuerdan de Santa Bárbara cuando truena, como dice el dicho.
Es penoso que los empresarios se acuerden de la contabilidad y del control económico y financiero sólo cuando las cosas están muy deterioradas. Es como si un piloto prescindiese de los controles de a bordo por innecesarios cuando despega, y sólo se acordase de ellos cuando debiese aterrizar. No sería extraño que el aterrizaje no fuese muy plácido.
Las empresas requieren de un control adecuado de su evolución económica y financiera para ser gestionadas adecuadamente, tanto en tiempos de bonanza como de turbulencias.