Hay músicos que, sencillamente, no necesitan presentación, como es el caso del bueno de Ray Lamontagne, uno de los artistas que admiro con mayor devoción, aunque, oye, nunca viene mal recordar sus orígenes. Este songwriter de New Hampshire con aspecto de curtido leñador decidió abandonar su puesto de trabajo en una fábrica de calzado cuando, una madrugada, escuchó Treetop Flyer de Stephen Still´s. Esta canción le hizo darse cuenta de que su vida, su mundo, estaba lejos de las 65 horas semanales que pasaba entre zapatos y, sin pensárselo, decidió dedicarse a componer y tocar allí donde le dejaran mientras, para cubrirse las espaldas, consiguió un trabajo de carpintero. Corría 1999 cuando Ray grabó una modesta demo con diez temas que fue enviando a discográficas y, cómo no, no pasó mucho tiempo hasta que alguien con muy buen gusto y mano en el mundo musical le invitó a un concierto. Tocó y, como era de esperar, enamoró a los asistentes consiguiendo que su nombre corriera como la pólvora de boca en boca hasta que se fue haciendo un hueco en el circuito norteamericano y comenzó a ser considerado como una de las grandes promesas del folk patrio. Tuvieron que pasar unos años hasta que, en 2004, por fin publicara su primer álbum de estudio, Trouble, y, entonces sí, Ray alcanzó la fama y el prestigio que ha ido aumentando con los años y los discos publicados (cuatro para ser exactos).
Ayer iba conduciendo en el coche con el reproductor de música en modo aleatorio y, como si estuviera saliendo de las mismísimas entrañas de la tierra, empezó a sonar Empty y tuve la impresión de que todo, absolutamente todo se paraba a mi alrededor. Tuve esa increíble sensación de que en ese preciso momento no existía en el mundo nada más que mis oídos y la canción que los acariciaba, y no me habría importado conducir cien kilómetros más si Empty hubiera seguido sonando tan perfecta como ayer lo hizo. Como no podía ser de otra manera, hoy quiero compartir esta preciosa canción con todo aquel que quiera calentarse las manos con la voz del señor Lamontagne. Acercaos a esta hoguera, no os arrepentiréis...