Revista Cultura y Ocio
¡Buenas a todos!
Esta semana he ido muy justa. Bueno, sería más apropiado decir que voy retrasada, ya que este comentario debería haber sido hecho a raíz de lo leído antes del domingo y la verdad es que lo estoy haciendo sobre la marcha. Ha sido una semana muy difícil y por tanto apenas me he acordado de esta lectura conjunta. Así que, por lo pelos, pero allá vamos con el capítulo de esta semana:
De lo que más le avino a don Quijote con el vizcaíno y del peligro en que se vio con una turba de yangüeses
Comenzando por el principio, esta parte de la historia realmente no tiene nada que ver con el título. Este es el que da mi edición, aunque sin embargo como a veces leo el correspondiente de la página de El mundo, allí el titulo esta cambiado por De los graciosos razonamientos que pasaron entre D. Quijote y Sancho Panza su escudero. Dicen que es posible que se corresponda con una modificación en el texto original, donde Cervantes había concebido la historia de los yangüeses pero decidió introducir otros capítulos antes. Creo que hasta el 15 no aparecerán aunque se ha mantenido la primera nomenclatura.
Pero si nos atenemos al título modificado de la edición digital que os comentaba, se podría resumir totalmente en ello. De hecho, este capítulo me ha quitado ese ligero mal sabor de boca que me dejó el anterior (como muy de relleno). Lo que sucedes es justamente posterior a la batalla narrada, en la que descubrimos como Sancho ha visto todo. Ha sido una suerte, porque para una vez que Don Quijote sale ganando, era digno de recordar.
Así comienzan, ya de camino hacia otra aventura, unos diálogos absurdos sobre cuestiones prácticas de un caballero andante. Y es que como Sancho no sabe ni leer ni escribir, nunca ha tenido conocimiento de estas historias. Así que lo expresa mucho más pragmáticamente que él. Por ejemplo: el tema de la comida.
Don Quijote le cuenta que en realidad los caballeros andantes hacen muchos sacrificios, apenas comen y siempre cualquier cosa. Así que Sancho decide coger frutas secas para su señor, y algo más suculento para él. A lo que le contesta algo así como “Bueno, hombre… tampoco pasa nada si yo también como de eso”. Claro que con otras palabras que al final no hacen más que despistar a Sancho.
La verdad es que me aparecido un capitulo muy simpático, en el que se ven el tremendo contraste entre ellos. Termina con ambos durmiendo al raso: uno deseando haber llegado al pueblo antes, y el otro feliz de poder dormir al raso y ver las estrellas. ¿Adivináis quien es quien?
Y como mis vacaciones se van acercando, esta semana seguramente haga trampas y me lea algunos más para dejar las entradas programadas. Contadme ahora vosotros ¿Qué tal lleváis la lectura?