Revista Cultura y Ocio
He pasado parte de la mañana de ayer en Alburquerque, en el acto de entrega del XXV Premio de Narraciones Cortas «Luis Landero» que se ha celebrado en la Casa de Cultura que lleva el nombre del autor de Juegos de la edad tardía. Me he reencontrado con Carmen Macías, que, junto a Manuel Pecellín y a Ángel Campos Pámpano, fundó este premio que ahora ha cumplido un cuarto de siglo. Hemos recordado emotivamente a Ángel esta mañana. Lo ha hecho también el mismísimo Luis Landero, que no falta a esta cita desde que se celebró por primera vez. He podido estar con antiguos alumnos, como Dionisio López, que ha sido el presidente del jurado y uno de los entusiastas impulsores de este certamen en los últimos años y de esta celebración; como Coro Carrillo o Ramón Pérez Parejo, que fueron profesores del instituto; como Ana Isabel Folleco o Rui Díaz Correia, que han formado parte del jurado. Y he conocido a Luci Pintor Gemio, la directora del centro —el I.E.S. «Castillo de Luna» de Alburquerque— que se ha volcado en la organización de un acto estupendo, en el que han resplandecido los más de ochenta alumnos que han puesto en escena un ballet con extractos de El pájaro de fuego de I. Stravinski. Extraordinario broche a una prueba vivísima de cómo funciona una educación pública que —¡y cómo lo hemos celebrado!— ha sido reivindicada en las sustanciosas palabras de agradecimiento de uno de los jóvenes ganadores del certamen. Lástima que buena parte de ese jurado especial para esta edición —Santos Domínguez, Gonzalo Hidalgo Bayal, Irene Sánchez Carrón, Álvaro Valverde, Pilar Galán, Manuel Pecellín— no haya podido estar —el trabajo manda— para avalar experiencias culturales tan convenientes como esta.