Revista Viajes

En Busca de la Ciudad Perdida III

Por Captainflint

Es complicado por momentos subir las escaleras de la Ciudad Perdida, construidas para tipos que medían poco más de metro y medio. Tienes que ir pasando escalones de tres en tres hasta que, a mitad de recorrido en la escalera ya aparecen las primeras terrazas de los Tyrona. Por supuesto en ese momento empezó a llover, lo cual en realidad no fue demasiado malo porque ahuyentó ligeramente a los enormes mosquitos que habitan hoy en día la Ciudad Perdida.

Ciudad Perdida, Escalera de la Reina

Ciudad Perdida, Escalera de la Reina

A medida que se va subiendo más y más, empiezan a aparecer las ruinas. Básicamente terrazas circulares construidas con piedras encajadas de forma perfecta. El lugar es mucho más tocho de lo que uno se imagina. Hay que tener en cuenta que en su momento de apogeo la ciudad Tyrona albergó a casi 3.000 personas.

Tras recorrer la llamada escalera de la reina se llega al punto clave de Ciudad Perdida. En una explanada limpia de vegetación en lo alto de ese cerro, los Tyrona construyeron una estructura de piedra rematada en dos terrazas circulares a las que se accedía por múltiples escaleras de piedra. Aquello era el centro espiritual de los ciudad, donde se alzaban los templos principales de los que hoy no queda ni rastro.

El sitio es espectacular. Dos perfectos círculos de piedra rodean un espacio de un verde como el de un campo de fútbol. En este punto se tiene la mejor vista de toda la jungla de los alrededores, las montañas de la Sierra Nevada rodeándolos y el resto de la ciudad acostada contra un cerro por el que baja una ruidosa cascada.

Coronando la Ciudad Perdida

Coronando la Ciudad Perdida

Desde allí parten más escaleras que van ascendiendo lo que queda de cerro, abriéndose en tres terrazas circulares más. Desde ellas se puede sacar la foto clásica de Ciudad Perdida, la de la enclave principal que surge en mitad del verde intenso de la jungla. Me cansé de subir allí arriba a echar fotos, tanto aquella misma tarde mientras todo el mundo acababa de comer como al día siguiente mientras desayunaban.

Ciudad Perdida al amanecer

Ciudad Perdida al amanecer, el punto pequeño soy yo

Y es que eso es quizás lo más grande de la Ciudad Perdida. Impresiona casi tanto como Machu Picchu pero no está tan abarrotado de turistas. Con esto de que no es fácil llegar allí, normalmente sólo hay un grupo de gringos en las ruinas. En nuestro caso unas veinte personas. Gracias a esto, por momentos, se puede tener el sitio para uno sólo, cosa impensable en Machu Picchu salvo en los primeros cinco minutos tras la apertura.

Además nosotros tuvimos la “suerte” de que aquella misma semana un derrumbamiento había medio sepultado el último campamento que había cerca de las escaleras, donde supuestamente íbamos a haber pasado aquella noche.

Malo para los pobres turistas que estaban allí aquel día, que podrían haber palmado de estar durmiendo en ese momento pero sólo perdieron unas cuantas cámaras y toda su ropa gracias a que pasó cuando estaban comiendo. Bueno para nosotros que nos tocó dormir en Ciudad Perdida aquella noche.

Ciudad Perdida en mitad de la jungla

Ciudad Perdida en mitad de la jungla

Sospecho que mucho tuvo que ver en esta jugada el grande de Alí que además negoció con los trabajadores del lugar que nos cedieran una casa en la que dormimos todos en camas con mosquiteras, en lugar de en tiendas de campaña como estaba presvisto. Fue la noche más cómoda del tour sin duda, y en plenas ruinas, cual tribu de Tyronas.

Tarántula del mal

Tarántula del mal

Alí también se ganó el sueldo en el recorrido exahustivo, lleno de explicaciones y batallitas, que nos hizo de todo el sitio. Como decía es bastante más grande de lo que parece. Bajando del cerro se encuentran por todas partes más terrazas circulares, sobre cada una de las cuales había un bohio. La caminata fue bastante National Geographic. Que si una serpiente venenosa, que si una tarántula enorme, que si una rana gigantesca…

Como dato curioso comentar que los indios Kogi celebran de cuando en cuando reuniones en la Ciudad Perdida. Vienen de todos los poblados de alrededor, convocados por el gran jefe Kogi y disponen de un bohio en perfecto estado allí dentro donde se juntan a poropear y filosofar sobre sus problemas y el sentido de la vida en general.

Batallitas de la Ciudad Perdida

No voy a dar mucho la brasa con la historia de los Tayrona, que no es muy diferente de otras que ya conté en su momento (la de los Chachapoyas por ejemplo). Es decir, llega el hombre blanco malvado español. Decubre que hay oro. Se aprovecha de que los locales andan a hostias entre ellos. Los traiciona y extermina usando como arma más poderosa las enfermedades contagiosas traídas del nuevo mundo. Un clásico.

Ciudad Perdida

Ciudad Perdida

Afortundamente cuando los Tyrona se vieron perdidos, abandonaron la ciudad dejando mazo de oro enterrado por la zona. A los españoles les debió de dar pereza meterse en esa jungla llena de mosquitos y partieron hacia otras conquistas permitiendo que Ciudad Perdida quedara abandonada a la vegetación que se encargó de cubrirla por completo durante siglos.

Más o menos hasta los setenta cuando los campesinos de la Sierra Nevada se dieron cuenta de que se ganaba más dinero desenterrando tesoros de los Tyrona que cultivando movidas. Se transformaron en lo que en Colombia se llama guaqueros y empezaron a rastrear los cerros buscando el oro que habían dejado los indígenas.

En 1975 un padre y su hijo descubren la Ciudad Perdida y la inmensa fortuna que había debajo. Empiezan a llevar tesoros a Machete Pelao tratando de que nadie se entere pero, como era de esperar, eventualmente uno de ellos se taja y se va de la lengua.

A la siguiente vez que van ya les van siguiendo unos cuantos más. Cuando llegaron todos al lugar se lío parda. Los colombianos demostraron no ser mucho mejores que los conquistadores españoles (probablemente porque descendían de ellos), y acabaron matándose entre ellos entre las ruinas de la ciudad.

Sierra Nevada de Santa Marta desde la Ciudad Perdida

Sierra Nevada de Santa Marta desde la Ciudad Perdida

Uno de ellos consiguió escapar y, acojonado por el cariz que e estaban tomando las cosas, denunció la situación al gobierno. Éste mandó un destacamento militar para asegurar la zona y permitir que los arqueólogos trabajaran allí. Empezaron a llegar los primeros grupos de turistas y la Ciudad Perdida empezó a ser lo que es hoy en día.

No sin ciertos problemas iniciales, sin embargo. Uno de los primeros guías decidió una noche hacer horas extras mientras los turistas dormían, desenterrando oro a escondidas. Contaba con la colaboracíón del destacamento militar que había allí, comandado por un sargento.

Encontraron un auténtico tesoro antes de que saliera el sol. Entonces el sargento ordenó a sus hombres que se bañaran en el río para quitarse la tierra de la excavación. En cuanto los tipos estuvieron en el agua los ametralló sin piedad, y se piro con el guía y los tesoros. Debían de tener un acuerdo previo entre ellos pero no le sirvió de mucho al guía que apareció muerto en la selva. El Judas del sargento desapareció con todo el oro y nunca se supo más de él.

Alí

En fin, basta de batallitas. Hasta aquí el rollete ruinas y civilizaciones antiguas de este viaje. Esta jugada completa la trilogía de ciudades ancestrales que le han dado un toque cultural a mi recorrido. Por orden de espectacularidad: el Machu Picchu de los Incas, en Perú. La Ciudad Perdida de los Tyrona, en Colombia. Las ruinas de la ciudad chachapoyas de Kuelab, en Perú.

Guía volador

Guía volador

Tocaba volver a Machete Pelao. El camino de vuelta se hizo ligeramente más duro que el de ida ya que, aunque en general hay menos subida, se hace en dos días lo que para ir se hizo en tres. Sin embargo Alí estuvo ágil, como siempre, y se agenció unas mulas que nos llevaron las mochilas de gratis. No sé como se las arregló porque al otro grupo que preguntó pretendían cobrarle 30.000 pesos por mula.

Definitivamente un fenómeno Alí. Sin lugar a dudas el mejor guía que he tenido en estos casi siete meses de viaje. Un soplo de aire fresco entre tanto avaricioso para el que el turista no es sino un dólar (o euro) con patas. Alí es una de esas personas que ama su trabajo y se desvive desinteresadamente para que su grupo tenga la mejor experiencia posible.

Gringo volador

Gringo volador

La última mañana organizó una excursión adicional a una catarata del río Buritaca a la que fuimos unos cuantos. Merece la pena hacerla, no porque la catarata sea especialmente alta o espectacular sino porque uno se puede meter detrás de ella, experiencia bastante refrescante. Además, más adelante en el río hay un lugar desde el que se puede saltar al agua desde unos diez metros de altura. Acojona un poco pero merece la pena…

Yo, al contrario que los otros gringos, no volvía a Taganga, sino que tenía que subirme a un bus que me llevara al Norte del país, a Rioacha, me siguiente destino. Pues bien, el grande de Alí no consideró su labor terminada hasta que yo me subí en aquel bus. Me llevó a la parada y espero conmigo hasta que apareció. Mientras tanto empezó a invitarme a cervezas, sabiendo que yo llevaba el dinero justo para el bus.

Cayeron tres pero si el bus llega a tardar más podían haber sido diez. Incluso me ofreció más plata por si necesitaba un taxi en Riohacha. Parece un tema menor, pero el hecho de que un tipo que gana bastante poco dinero y vive en condiciones mucho peores que las tuyas, sea tan desinteresadamente generoso, dice muchísmo de él. Ciudad Perdida fue memorable tanto por el lugar en sí, como por el comportamiento de este hombre.  Un grande Alí!

Con Alí, de cervezas post-tour

Con Alí, de cervezas post-tour


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