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Hay cosas que tenemos tan normalizadas que cuesta mucho plantearse tan siquiera un cambio, y para explicarlo puedo poner un ejemplo muy sencillo: las pizzas. Estamos tan acostumbrados a comer pizzas tan exageradamente cargadas de ingredientes, que cuando nos plantean la posibilidad de comernos una con tan sólo queso, tomate y albahaca (lo que viene siendo una napolitana clásica) se nos pone esta cara:
Y muchas veces, es la sencillez lo que nos trae la excelencia, o por lo menos es la conclusión a la que estoy llegando. Tendemos a sobrecargar de sabores, toppings y elementos varios platos que, si los reducimos a la (casi) mínima expresión, a la (casi) base misma, no hacen más que ensalzar la materia prima protagonista de muchas de estas recetas.
Y en los últimos años, he ido viendo como ha cambiado la forma en que me gusta comer una hamburguesa. Para que esto suceda, tuve que probar una buena hamburguesa, y no, no nos basta con las típicas marcas conocidas de comida rápida, que por otra parte están muy bien y son alternativas para cuando, esporádicamente, no tenemos tiempo o estamos viajando, y nos solucionan una comida rápida. Nos tenemos que ir al siguiente nivel.
Así que cuando pruebas una buena hamburguesa, te das cuenta enseguida que el secreto está en la carne, y que sobran la mayoría de los aderezos, aunque claro está, todo esto depende de los gustos personales de cada uno.
La forma en que preparaba antiguamente las hamburguesas caseras siempre era siguiendo las mismas pautas: mezclando carne picada (sin pararme a mirar de que tipo), añadirle un poco de pan rallado (o similar), huevo (para que ligase todo bien), y especias al gusto.
Pero no dejan de ser hamburguesas mediocres. Porque en el momento que pruebas una hamburguesa con carne de verdad, todo cambia. Hace años, había un sitio en León, el American Beer, donde probé por primera vez una burger en la que la carne destacaba sobre el resto, y ese sabor no se te olvida fácilmente. Y hace muy poco, en uno de nuestras bajadas a Granada, quisimos probar en una cadena de hamburgueserías que no conocíamos, Five Guys, y es que siempre que pasábamos por delante, había colas muy respetables para entrar, y nos produjo curiosidad.
Y volvió a suceder lo mismo que en aquella hamburguesería de León, que el sabor de la carne nos dejó totalmente flipados. Y fue a raíz de ese día, que me propuse encontrar la combinación perfecta de carnes para mis hamburguesas caseras.
Desde entonces, he ido probando diferentes cortes de carne, normalmente de ternera: aguja o falda normalmente. El truco es elegir un corte que tenga un poco de grasa, que es lo que le da ese punto a la hamburguesa. Lo de la falda lo encontré por ahí, en alguna publicación donde explicaban que el corte de carne mas usado por los yankis para sus burger era el brisket, que traducido a nuestro idioma, es la falda.
Cierto es que salen un poco mas caras que si compras las hamburguesas envasadas que venden en los supermercados, pero solo os recomiendo que leáis los ingredientes de éstas, y que probéis para ver la diferencia de sabor entre unas y otras.
Para ir terminando, también ha cambiado la manera en la que formo las hamburguesas. Antes las aplanaba y las congelaba con esa forma, y en cambio ahora, las hago bolas de unos 75 gr. cada una, y las congelo tal cual. Luego, a la hora de montarla, las aplano justo antes de entrar a la plancha (a este sistema se le conoce como 'smash burger'), y utilizo dos bolas por cada hamburguesa. Aquí os dejo un video explicando cómo hacerlas:
El pan también es importante. Si os fijáis, en muchos sitios ya ponen por sistema bollitos de pan brioche, en lugar de pan casero o el pan típico con sésamo. Yo suelo utilizar normalmente el llamado 'pan cristal', que es bastante ligero y no llena mucho, y ocasionalmente, uso pan brioche.
Sin darle mas vueltas, os animo a que os acerquéis a vuestra carnicería de confianza, pidáis carne de ternera de cualquiera de las dos variantes que he comentado (o la que prefiráis), y probéis.