Una idea de los años sesenta podría proporcionar la clave para unificar la gravedad y la física de partículas
Representación visual del grupo de Lie E8. Estas complejas estructuras matemáticas quizás escondan una descripción unificada de las partículas y sus interacciones. Crédito: John Stembridge y Peter McMullen.
Puede que algunas ideas que datan de hace medio siglo permitan resolver uno de los mayores misterios de la física: cómo formular una teoría única que describa la gravedad y la física de partículas. Esa es la esperanza de algunos expertos que abogan por recuperar un enfoque basado en primeros principios.
Durante el pasado mes de julio, un grupo de matemáticos y físicos se reunió en la Estación Internacional de Investigación Baníf, en Alberta, para discutir un retorno a la edad de oro de la física de partículas. En la década de los sesenta, Murray Gell-Mann descubrió que las masas, cargas y otras propiedades de las partículas elementales se organizaban en patrones fijos dados por ciertas estructuras matemáticas denominadas grupos de Lie. En particular, Gell-Mann halló una correspondencia entre las propiedades de cierto grupo de partículas y el grupo de Lie SU(3). Pero su propuesta dejaba al descubierto una plaza vacante: para que la relación fuese exacta, debía existir una nueva partícula (“Omega-menos”) que aún nadie había visto. Cuando, poco tiempo después, la misma fue descubierta, el acontecimiento supuso un espaldarazo a la clasificación de partículas elementales en términos de grupos de Lie.
Durante las décadas siguientes esa estrategia ayudó a sentar las bases de lo que hoy es el modelo estándar de la física de partículas. Este se basa en una combinación de tres grupos de Lie (SU/(3) x SU(2) x U(1)), la cual se corresponde con todas las partículas elementales conocidas y tres de las fuerzas fundamentales: el electromagnetismo, la fuerza nuclear fuerte y la fuerza débil. Por aquel entonces parecía que hallar un único grupo de Lie que describiese todas las interacciones, incluida la gravedad, sería una cuestión de tiempo. Pero tal estrategia fracasó: todos los intentos exhibían inconsistencias matemáticas o predecían fenómenos no observados en la naturaleza, como la desintegración del protón.
Durante los años ochenta, y conforme surgían otros candidatos a la unificación, como la teoría de cuerdas, la idea cayó en desuso. Hace poco, sin embargo, algunos expertos han vuelto a dirigir sus esfuerzos hacia los grupos de Lie. Roberto Percacci, del Instituto de Estudios Avanzados de Trieste, presentó en el congreso de Banff un nuevo modelo, desarrollado en colaboración con Fabrizio Nesti, de la Universidad de Ferrara, en el que la gravedad queda descrita por un gran grupo de Lie: S0(11,3). Este también incluye a los electrones, quarks, neutrinos y el resto de los fermiones. Aunque el modelo no explica el comportamiento de los fotones ni el resto de las partículas mediadoras de las interacciones (bosones), Percacci cree que se trata de un primer paso importante.
Un acólito del trabajo de Percacci es A. Garrett Lisi, investigador independiente y doctor en física por la Universidad de California en San Diego. Lisi fue noticia en 2007 gracias a su intento de integrar una “teoría del todo” en E8, el grupo de Lie más complejo y elegante. Sus ideas reavivaron el interés de algunos matemáticos hacia este enfoque histórico, lo que, según Gregg J. Zuckerman, experto en el grupo E8, de la Universidad de Yale, condujo a la reunión de Banff.
Otros expertos han explotado la idea de diversas maneras. En lugar de interpretar los grupos de Lie como “cajas” que contienen las fuerzas y las partículas, Tevian Dray y Corinne Manogue, de la Universidad estatal de Oregón, se dedican a descomponerlos y examinar uno de sus constituyentes matemáticos fundamentales: un conjunto de números de ocho dimensiones llamados octoniones (los números reales son unidimensionales, mientras que los números complejos, compuestos de una parte real y otra imaginaria, poseen dos dimensiones).
Los octoniones no obedecen las leyes habituales del álgebra; por ejemplo, el orden en que se realiza el producto de dos octoniones sí altera el producto. Pero Dray y Manogue han empleado esa falta de simetría para describir las propiedades de algunas partículas. Entre otras propiedades, los octoniones reproducen de forma natural la inusual “zurdera” de los neutrinos, la preferencia de su espín a alinearse en un sentido determinado con respecto a su momento.
Los octoniones también parecen hechos a medida para realizar cálculos en 10 dimensiones. Ello los hace potencialmente útiles en la teoría de cuerdas, la cual predice un universo de diez dimensiones: las cuatro habituales más seis dimensiones compactas. Hasta ahora, los teóricos de cuerdas no han conseguido identificar un único mecanismo que describa la estructura de ese espacio compacto. Pero Dray y Manogue han descubierto que, en ciertos casos, los octoniones permiten llevar a cabo tal hazaña de manera sencilla y automática.
“Empezamos a vislumbrar las propiedades que debe poseer una teoría final”, afirma Dray, al tiempo que hace hincapié en que todavía queda mucho trabajo por hacer hasta obtener un modelo de octoniones que funcione completamente. Lo que resulta alentador, prosigue, son los indicios que sugieren que el enfoque basado en grupos de Lie representa el camino a seguir. Los últimos avances han estimulado a matemáticos como Jeffrey Adams, de la Universidad de Maryland: “Me sentiría decepcionado si no hubiese algo en esta dirección que funcionase”, afirma.
No todo el mundo comparte ese optimismo. Skip Garibaldi, matemático de la Universidad de Emory, sostiene que la línea de investigación basada en el grupo E8 es errónea. Junto con Jacques Distler, de la Universidad de Texas en Austin, Garibaldi ha demostrado que la teoría de Lisi predice la existencia de nuevas partículas no deseadas cuyos efectos ya deberíamos haber visto.
Lisi, que el pasado junio publicó la última versión de su trabajo en Internet, reconoce esos problemas. Pero añade que la teoría basada en E8 constituye un trabajo en curso y que dichas partículas “extra” habrían evadido su detección si fueran más pesadas de lo que se cree. De hecho, afirma, quizá se observen en el Gran Colisionador de Hadrones del CERN.
Artículo publicado en Investigación y Ciencia nº 410, su autor es Zeeya Merali.