EN BUSCA DEL JEFE IDEAL II
Me he cuestionado cuál es el jefe ideal, y empece hace algún tiempo a señalar que el primer jefe nunca se olvida, es más marca en muchos sentidos el trabajador que somos hoy.
Pero siento necesidad de hablar de esos jefes que son el «terror», fisico «terror» de las organizaciones, ese que uno prefiría que no estuviera para que el trabajo fluya, ese que nos provoca dolor de estómago cuando nos habla, ese que presiona con tanta fuerza que nos hace sentir como palillos a punto de partirnos, ese cuya personalidad avasalla con nuestra autonomía y que si nos descuidamos puede tocar nuestra dignidad con la facilidad con la que se pasa la hoja en un libro de lectura.
Cuando saber que este es un jefe de terror, los síntomas son sensibles a partir de nuestros sentidos, lo vemos y ya reconocemos en sus ojos odio, rencor, desazón, enojo y con una mirada ya nos ha dejado entrever que no es su mejor día y como se dice aquí «esta en la inmunda», lo escuchamos y todo lo que sale de su boca son gritos, ordenes, instrucciones, insultos y..porqué no esta hecho esto u aquello, su incompetencia es monumental, es como si en esta oficina solo trabajara yo… y como esos miles de ejemplos.
Expelen un olor de colonia fina mezclada con sangre, es un aroma que penetra nuestros sentidos y hace mella en nuestra psiquis, es más, no sabemos el nombre del perfume, pero estamos entrenados para reconocerlo a metros, en casos extremos a kilometros de distancia, ese olor se convierte en un hedor que inunda nuestro espacio vital.
Sabemos que no podemos acercarnos y saludarlo de mano o algo parecido, pero podemos identificar con plenitud si tiene hambre, sed o está enfurecido, su uso del lenguaje no verbal nos permite describir todo lo que sucede en su cabeza, es más, cuando nos llama a la oficina ya sabemos que el día «pintará largo, largo, largo».
Tiene la capacidad de dejarnos sin habla, no nos salen las palabras, nunca existe una excusa suficiente o plausible para cualquier situación que de inmediato se convierte en errores, de tal magnitud que podrían generar el cierre de la empresa, -por ejemplo, se nos olvidó comprarle su café en la mañana- y la más clásica de todas, la falta de resultados siempre, siempre es culpa del trabajador y no del jefe lider que debe apoyar y fomentar el trabajo de sus colaboradores para obtener los resultados esperados.