De nuevo nos vemos en el juego de los personajes. La última vez, hace quince días, los personajes elegidos fueron Mitterrand, Rita Hayworth, Alfredo Krauss, Edoard Munch y Ángeles Caso. Los acertaron Àngels y Paco Piniella.
Y antes de poner el texto de hoy, recuerdo que el mismo cubre simplemente una misión, dar pistas sobre los cinco personajes que encierra. Así mismo también las fotos adjuntas son pistas para algunos de los personajes.
Y éste es el de hoy:
Vicente y Natalia se habían conocido hacía unos meses. Él era hermano de Conchita, a la que llamaban la cubana por haber nacido en La Habana. Hoy era el día de la boda. Santiago, era el concejal que les iba a casar, un tipo que había sido periodista y decían que era masón. Vicente había abandonado el culturismo hace poco, era de Valencia y allí había estado enseñando su cuerpo en la Malvarrosa, durante años, hasta que tuvo que venir a Madrid.
Natalia se había dedicado a la literatura, era escritora y profesora de instituto y combinaba su profesión con su afición: el atletismo. Allá, en Huelva había sido campeona provincial de 1500, luego ganó el campeonato de España y había llegado, el año pasado a participar en el campeonato del mundo, donde fue descalificada por una salida nula. Era una experta en Santa Teresa de Jesús, sobre la que había publicado dos libros.
Conchita se había dedicado a la pintura, ahora estaba en París. Admiraba a Modigliani y a todos los cubistas, aunque se había especializado en el retrato. Antes de irse a Francia, se había dedicado durante dos años a sacar copias de cuadros del museo del Prado. Se había casado con Daniel, un artista de teatro y presentador de televisión que había hecho cine con Berlanga, acompañando en el reparto a Adolfo Marsillach.
A la boda acudiría gente conocida pero todos estaban impacientes por ver a ese premio Nobel del que le había hablado y que era amigo de la madre de Vicente. Un médico alemán nacido en Berlín que venía a menudo a España, tenía casa en Tarragona en el campo, y le gustaba sobre todo el olor de la hierbabuena y pasear entre naranjos para envolverse del aroma de su flor.
Y ahora es su turno. Que ustedes lo acierten.
Salud y República