Revista Religión
LEA: 2 Corintios 12:7-10 | En el mundo, hay muchas ciudades con monumentos en honor a algún ciudadano ilustre, pero algunas se caracterizan por tener estatuas singulares. Una de ellas, honra a un escarabajo. A principios del siglo xx, este gorgojo encapsulado migró de México al sur de los Estados Unidos.
Años después, había destruido plantaciones enteras de algodón, la principal fuente de ingresos. Desesperados, los granjeros comenzaron a plantar otras semillas: las nueces. Al darse cuenta de que habían dependido de un solo grano durante tanto tiempo, reconocieron que les debían a los escarabajos el gran beneficio de haberlos obligado a diversificarse.
El escarabajo se asemeja a cosas que entran en nuestra vida para destruir aquello que nos esforzamos por conseguir. El resultado es devastador (en el ámbito financiero, emocional o físico) y atemorizante. Todos somos testigos de cómo termina la vida. Sin embargo, como en el caso de aquella ciudad, la pérdida de lo viejo es una oportunidad para descubrir algo nuevo. Tal vez Dios utilice una dificultad para hacernos dejar un hábito malo o para que incorporemos en nuestra vida una nueva virtud. Él usó un aguijón en la carne de Pablo para enseñarle sobre la gracia (2 Corintios 12:7-9).
En lugar de luchar para preservar antiguos hábitos que ya no benefician, podemos considerar cada dificultad como una oportunidad para Dios de cultivar en nosotros una nueva virtud.
Dios suele usar las experiencias amargas para mejorarnos.
Nuestro Pan Diario