El gobierno parece no darse por aludido ante las sugerencias de los grupos de la oposición de adelantar elecciones. Ya sea pidiéndolo desde el estrado en el Congreso, como hace el PP, o desde los micrófonos del fin de semana, como hace el futuro socio del PP, CiU. Pero el gobierno, como decimos, parece no darse por aludido y sigue justificando en público que unas elecciones anticipadas no sentarían bien a la economía mientras en privado continua con los pasos previstos en la hoja de ruta del nuevo candidato, Herr Rubalcaba.
Vengan por otoño o por primavera, una de las realidades de las próximas elecciones generales al Congreso de Diputados y al Senado va a ser la inmigración. En tiempo de crisis, hablen del vecino, ese morenito al que parece irle mejor que a usted y que, además, tiene acceso a las escuelas infantiles públicas por delante de sus hijos, que se cuela en la consulta del médico por delante de su mujer. Mírenle a él y piensen qué va a votar en las próximas elecciones.
Tener al extranjero como chivo expiatorio no es nuevo. Confundir la realidad de la inmigración para que sirva de perfecto engranaje de nuestras quejas, tampoco. Para combatir esto, desde el Ayuntamiento de Barcelona, hace ya tiempo que se viene implementando una campaña viral antirumores sobre los inmigrantes. Cataluña es una de las comunidades autónomas donde la identidad tiene una incidencia más directa en la política y la economía. Hacia la identidad española se arroja el tantas veces nombrado pacto fiscal y la grave carencia de inversiones estatales. Ahora, por obra y gracia de la estrategia electoral de la derecha y la incapacidad discursiva de la izquierda, anclada en el denominado buenismo, la identidad catalana o española se antepone a la identidad de inmigrante –la cual por cierto persigue hasta a la segunda generación, que siguen siendo ellos, negándoles ser nosotros.
Si hace unos años las políticas de integración estaban de moda, ahora lo está llamar al inmigrante “negro”, “moro” o directamente identificarlo con enfermedades, suciedad y paro. El Partido Popular ha obtenido en los municipios de Cataluña unos resultados electorales inimaginables hace unos años ondeando abiertamente la bandera de anti-inmigración. Su estrategia ha consistido en la creación de varios laboratorios electorales, al frente de los cuales situó a segundos espadas, prohibiendo a los líderes autonómicos o estatales pronunciarse al respecto –ni a favor ni en contra- para prevenir posibles descalabros. En Badalona, tercera ciudad de Cataluña por número de habitantes y vecina de Barcelona, el PP se ha hecho con la alcaldía a través de una campaña cuyos eslóganes eran claros: “Primero los de aquí”, “Yo digo lo que todos piensan pero no se atreven a decir”. etc. Este discurso, claro está, también ha tenido efectos colaterales y así podemos encontrar concejales del abiertamente xenófobo Plataforma por Catalunya en varias ciudades el Bajo Llobregat, hasta contar con 2 en L’Hospitalet del Llobregat, segunda ciudad de Catalunya y también vecina de Barcelona, y un total de 67 en toda Cataluña.
La campaña electoral de CiU no se vio salpicada por este discurso. En parte porque no lo necesitaban, en parte porque les pilló a contrapié y en parte porque el trabajo sucio se lo estaba haciendo otros. CiU siempre mantiene ese discurso liberal que pareciera equidistante del enfrentamiento partidista por cuanto asume como verdad absoluta cualquier cosa que se desprenda de él. El discurso de la moderación y del pensamiento único les permite luego aplicar medidas neoliberales que no planteó en las elecciones o no asumir su responsabilidad en la gestión de los problemas, como si no hubieran formado parte de gobiernos anteriores ni hubieran estado presentes los últimos ocho años en los escaños del Parlament. Sin embargo, ahora que el discurso de recuperar las instituciones ya no sirve, pues las tiene todas, están comenzando a seguir la estela del PP en varios aspectos. Y por supuesto eso implica subirse al carro del discurso fácil sobre la inmigración.
Salt es una población gironina situada a casi 100 kms de Barcelona. En ella el 39% de residentes son extranjeros no comunitarios y el pasado domingo 10 de julio, Jaume Torramadé, alcalde de la ciudad y perteneciente a CiU, sugirió que en Salt ya no cabían más inmigrantes. Habló de la necesidad de un reparto territorial de esta tensión que para él suponen los inmigrantes. Salt ya tiene muchos, ahora les toca a otros, pareció decir.
Más allá de las dificultades técnicas de aplicar cualquier medida encaminada a plasmar este pensamiento –tales como qué instrumentos legales pueden impedir el asentamiento de inmigrantes en un municipio o qué límites porcentuales estableces como máximo para una población- el problema del mismo viene derivado de su razón filosófica y, como tantas otras veces pasa, del querer pasar por encima de la jerarquía de derechos que todos los ciudadanos tenemos. Reordenar poblacionalmente a las comunidades de inmigrantes supondría la elaboración de un plan organizado de asentamientos -algo parecido a lo que Stalin realizaba en zonas de Siberia con el fin de rusificarlas- atentando directamente con el derecho a la libertad de movimientos que todo ciudadano legal tiene en su país de residencia –sobre el derecho de los sin papeles hablaremos otro día. Pero, además, sería una solución falsa pues la mayor parte de esta población inmigrante llega para vivir en una Comunidad Autónoma a través de un permiso que le permite trabajar en dicha región, y sólo en dicha región. Y su permiso de trabajo está concedido en función de la necesidad del mercado laboral de la Comunidad Autónoma, establecido por el catálogo de la situación nacional de empleo, establecido por el Ministerio y que dictamina qué profesiones son las que no cubrimos los nacionales y, por tanto, las que han de ser cubiertas con profesionales de otros países.
En cualquier caso, lo importante de esta sugerencia del alcalde de Salt es Con este montaje pre-electoral CiU sigue la estela del PP sobre la inmigración estudiando qué reacciones podría encontrarse entre su electorado. De nuevo el discurso anti-inmigración porquesí. De nuevo mensajes tramposos para aprovecharse de la falta de discurso de las izquierdas. De nuevo segundos espadas políticos, para evitar salpicar a los grandes líderes en caso de que la cosa no funcione como debe. De nuevo el chivo expiatorio del inmigrante y de todas las mentiras contadas sobre la realidad de la migración. De nuevo un discurso que niega abordar las causas de los problemas –de carácter socioeconómico- actuando sobre los efectos a través del cuestionamiento de Derechos Fundamentales, incitando al odio y al enfrentamiento social sólo por una estrategia electoralista que camufle su incapacidad política para hacerse cargo de la situación.