En cierta ocasión…, 1.

… me casé con una señora; fue por lo civil aunque, tal y como se han ido desarrollando los acontecimientos, también por lo penal. En mi caso el matrimonio, con su correspondiente divorcio, ha sido la experiencia más larga, tortuosa y desagradable de mi vida, en la que por otra parte abundan este tipo de experiencias.
Lo que mal empieza mal acaba. Me casé pidiendo un día de asuntos propios, y volví al trabajo al siguiente día. Me casé de verde porque tenía un pantalón verde y una corbata verde –aunque de distintos tonos- y mi hermano me prestó para tan solemne ocasión una chaqueta de color –naturalmente- verde y tono distinto a los dos anteriores. Así pues, con tres tonalidades de verde y estúpidamente esperanzado firmé aquellos papeles.
Debido a injerencias externas, de las que nuestro contrato matrimonial nunca se vio libre, aquella boda tuvo tres celebraciones. De un lado los contrayentes, solos. De otro, la familia de uno, y de otro la otra familia. Todo un anuncio de lo que vendría después. Como uno siempre ha sido algo más tonto que la media de lo que le rodea tomamos una copa por la tarde con los míos y una cena completa con los suyos. Otro anuncio.
Luego vino la hipoteca urgente, los niños urgentes, los créditos urgentes, la venta urgente del piso y el traslado express al barrio de Satanás. Finalmente el divorcio y la ruina. Recordando hoy aquellos años me parecen como un suicidio con una dosis diaria de supositorios, ridículo pero suicidio al fin y al cabo.