Como saben los lectores habituales, estoy dedicado a una serie de posts sobre Hannah Arendt y sus vínculos con Kant y Aristóteles. Se trata de una serie algo larga que me veo obligado a interrumpir dada la coyuntura que afecta a la PUCP: un fallo por demás sospechoso de los magistrados del Tribunal Constitucional. Bueno, no sé si decir sospechoso, ya que hace tiempo nos tiene acostumbrados a fallos de los más inverosímiles que no resisten razones y, en más de un caso, ni resisten reglas básicas del derecho. De todos modos, a pesar de estar bien informado, no soy abogado y no pretendo entrar en los detalles de la sentencia ni mucho menos: no es mi ámbito de competencia y no me gusta exponerme en cuestiones que no domino del todo.
Lo que sí me interesa aquí es comentar, al menos brevemente, un artículo de Martín Santiváñez (MS) de aparición reciente en un Diario conocido por su “objetividad” cuando se trata de la PUCP, me refiero a Correo. Ya hace unos días, Mariátegui, en un acto típicamente visceral y desproporcionado, había dedicado una página editorial al caso de la PUCP para decir, claro, que todo estaba perfecto. En fin, el caso que nos ocupa hoy es el de MS en vista de que pretende entrar en cuestiones relativas a la catolicidad de la PUCP que es, claro, uno de los argumentos fuertes por los cuales el Arzobispo de Lima está interesado en nuestra universidad.
Lo primero que habría que decir sobre MS es que se trata de un sujeto que habla sin conocimiento de causa, con manifiesto ánimo beligerante y con menos inteligencia de la que uno esperaría de una persona con una respetable formación. Dice que la PUCP ha impuesto la “dictadura del pensamiento único” que no es más que una afirmación retórica y vacía si es que alguien conoce nuestra universidad y sabe de sus procedimientos. Seguro este sujeto, agresivo y poco formado en los ejercicios finos del pensamiento, debe creer que promover la “tolerancia” es un ejercicio totalitario e impositivo. Seguramente el Gran Canciller y los suyos no caerán en esa debilidad, no se preocupe, señor Santiváñez.
Nadie objeta las cualidades intelectuales de Riva Agüero, pero decir que “fue un cristiano ejemplar, un ser superior, el más digno para representarnos en todo el orbe hispano” no es más que palabrería que no tiene asidero. Un ejercicio de verborrea interesada e hiperbólica. Prudencia en el juicio, señor, prudencia. ¿Quién es un cristiano ejemplar, MS? Se trata de una afirmación falaz, sin consistencia y que sólo demuestra quién, verdaderamente, promueve el pensamiento único. Es curioso que MS haga referencia al intelectual peruano por su título de Marqués. Para los que conocemos el medio intelectual, sabemos que ha sido siempre el santo y seña de los ultraconservadores que pululan en los blogs y los diarios. Es evidente que MS forma parte de esa fauna, lo cual no es sorpresivo después de unas pocas líneas de lectura.
Miren este pasaje, por ejemplo:
“Si la Universidad se transforma, por fin, en la institución cristiana y abierta, global e innovadora que siempre quisieron sus fundadores, será gracias al coraje de nuestro Cardenal. Monseñor Cipriani ha hecho bien en comprarse el pleito. Lo hizo por su rebaño. A otros, por el contrario, nunca les ha importado el chancho. Se alocan por el chicharrón. La secta progre que colmó de heterodoxias el campus de Dintilhac y Belaunde bien merece la frase que Riva-Agüero rubricó en su discurso por el IV Centenario de Lima: es infame el que reniega de su padre”.
Otra vez, ¿qué significa ser una institución cristiana, MS? El cristianismo muestra en su desarrollo histórico, que parece ser desconocido para algunos estrechos de mente, cambios, ampliaciones y corrientes. Yo me he referido a este asunto de modo claro en un artículo de este mismo blog al que los remito. El cristianismo no es una unidad monolítica. Tiene características fundamentales, sí; pero esas tienen que ver con la fidelidad al mensaje del Señor Jesús, no con la obediencia a ánimos funestos y descabellados como los del Cardenal.
Ahora, y aquí sí tomo distancia de algunos de los defensores de la Universidad, yo sí creo que Juan Luis Cipriani (JLC) está interesado en el “chancho” (aunque, sin duda, también en el “chicharrón”). JLC está interesado en hacer de la universidad un centro “católico” como otros del mundo (los que conocen algunas universidades pontificias, saben de qué hablo). Una universidad confesional, en el sentido más estrecho del término: dogmática, vertical, unidimensional. Yo sí creo que el Arzobispo de Lima está preocupado por la “catolicidad” de la PUCP, pero lo que creo es que se trata de una preocupación que sólo denota una comprensión angosta de la tradición cristiana y un espíritu opuesto al del evangelio, en el cual el Señor se muestra receptivo ante la diferencia y lo único que propone es la conversión libre de aquellos que decidan seguir el mensaje del amor.
¿Eso promueve el primado del Perú? ¿De eso da testimonio como Arzobispo de Lima? ¿Ese fue su rol como Obispo de Ayacucho? Señores, si algo sobra es la información abundante en contra del espíritu evangélico de JLC y es por eso que la columna de MS sólo demuestra la ignorancia del dogmatismo que, atrevido y poderoso, se abalanza contra la libertad y la tolerancia que hemos tratado de promover alumnos y profesores en la PUCP.
¿Hemos renegado de nuestro padre? Es una buena pregunta, habría que admitirlo. Un par de cosas podrían decirse y hay que ser honestos en esto. La PUCP, seguramente, no es la institución cristiana que Riva Agüero hubiese soñado. R-A era un católico muy conservador y más aún hace tantos años. Eran tiempos distintos y su percepción del mundo seguro lo era también. En ese sentido, admito que quizá esta no sea la Universidad que él quería (aunque se trata de un razonamiento especulativo casi absurdo, ¿quién podría fijar a ciencia cierta la voluntad humana?). De otro lado, la pregunta obvia sería ¿y acaso la Universidad sólo podía ser de una manera? Es ingenuo, además de histórica y teológicamente ignorante, suponer que eso es posible. La misma Iglesia Católica no es un monolito de fe y de posiciones teológicas. Nunca lo ha sido, aunque tiene alas duras, sin duda, que sueñan con eso. El Opus Dei es una muestra clara de ello y para muestra, un Cipriani.
Aquí hay un problema de fondo, queridos lectores, un problema que va más allá de lo juridíco. Es un problema teológico relativo a la esencia del cristianismo. Algunas alas de la Iglesia Católica creen que sólo existe un modo de ver el mundo, uno que justifican en quién sabe qué. Creen que ellos son los privilegiados receptores de una revelación que deben difundir y defender a capa y espada. Defenderla, incluso, por encima de la compasión cristiana, de la libertad humana, de la tolerancia y el consenso. Estos sujetos, liderados por el Gran Canciller, o interesadamente reunidos bajo su sombra, atacan virtudes fundamentales como la tolerancia y la libertad (hay por ahí otro articulito menor, que no vale la pena comentar, pero les dejo el link en caso les interese leerlo). Parece que las creen anticristianas, opuestas al evangelio. No se dan cuenta de que sólo se oponen a su comprensión estrecha del cristianismo, a su poca coherencia con el mensaje de Dios, a su sospechoso “seguimiento” de Cristo.
Es curioso que el Señor andase feliz en matrimonios –trayendo más vino si faltaba, incluso–, cómodo entre prostitutas y cobradores de impuestos, que defendiese adúlteras del castigo y que prefiriese dormir donde Zaqueo en lugar de pasar la noche en casa de algún Cardenal, perdón, Sumo Sacerdote, quise decir. ¿Cuál es la esencia del cristianismo, señores? Ya les digo, lo hice hace no mucho, sean prudentes al juzgar, porque “no todo el que diga ‘Señor, Señor’ entrará al Reino de los Cielos”.
Yo no soy un defensor ciego de la PUCP. He sido formado en el juicio crítico de la filosofía y yo no escribo por una suerte de deber por defender el espíritu de la casa. Escribo porque estoy convencido de que aquí hay errores de juicio derivados de la falta de inteligencia y de la perversión de la fe. Los primeros hacen que no se observe la realidad de modo adecuado y que se diagnostiquen absurdos como los que el artículo que criticamos muestra; los segundos, hacen que se crea que ese mal diagnóstico es una defensa de la verdadera fe cristiana. Sin embargo, el Señor invitaba a la prudencia en el juicio: no hay que aventurarse a juzgar y a lanzar piedras, no vaya a ser que luego el mismo Jesús sea quien juzgue de modo severo la perversión de su mensaje. La PUCP no es un lugar perfecto; pero es de lejos la mejor universidad de este país y es mucho más de lo que podría ser si JLC y su séquito se apoderan de ella. Defendamos a la PUCP, para que la luz brille en medio de las tinieblas, tinieblas que provienen, precisamente, de quienes deberían traernos luz.