Al igual que a los economistas que durante todos estos años de crisis se les ha ido satanizando ahora le toca a los politólogos el extraño honor de ser el colectivo académico más odiado de este país.
La politologofobia nace debido al auge de PODEMOS (dirigido por un grupo de profesores de politología de la Complutense) y al aumento de la presencia de politólogos en medios de comunicación.
Los politólogos cumplen muy bien la figura del típico listillo cargante al cuál odiar, hablan de teorías que para el común de los mortales parecen no funcionar o que no pueden demostrar, que dicen cosas incómodas y en muchos casos contraintuitivas y por tanto los podemos considerar vendedores de humo o manipuladores.
La hostilidad hacia las ciencias sociales es casi algo endémico en occidente, pero como todo sentimiento contrario al conocimiento ordenado es injustificado. Hay algunos politólogos muy cargantes, que hacen sentencias en ámbitos donde carecen expertise o en ámbitos donde los conocimientos cualitativos (que algunos de estos politólogos parecen despreciar) contradicen sus predicciones. Además algunos politólogos se centran demasiado en la super-estructura institucional y poco en la subestructura sociológica. También es cierto que oímos a los politólogos hablando más del “politics” que del “policy”. Que los politólogos suelen hacer aseveraciones que los que hemos sido más “policymakers” (aquellos que somos más cercanos a la formulación de políticas concretas, políticos, lobbystas y activistas, que a su análisis académico) vemos o irreales o irealizables o con consecuencias no calculadas por el propio politólogo.
Pero eso ocurre con cualquier colectivo y con casi cualquier disciplina. Hay físicos que hablan de problemas energéticos sin ser especialistas (y algunos hasta somos übercuñados en ciencias sociales), geógrafos negacionistas del cambio climático que hablan de geofísica como si no hubiera un mañana o los Punsets de turno hablando de cualquier disciplina científica de la que no tienen ni la más repajolera idea.
Juzgar a los politólogos peor que los miembros de otra disciplina académica es entre otras cosas injusto. ¿Pero porqué reaccionamos con una hostilidad especial hacia los politólogos cuando este colectivo no es más cargante que cualquier otro?
Enumeraré 3 aspectos donde la imagen de los politólogos se ve dañada por sesgos negativos que hace que los miremos con unos malos ojos que no merecen.
La falibilidad de las predicciones politológicas y la carga contra los politólogos
Las ciencias sociales no son falsables, responden a criterios de utilidad: un modelo predictivo puede sernos útil en un ámbito y luego no serlo en otro.
A pesar de ello en general queremos que las ciencias sociales tengan mayor predictibilidad que la meteorología o la geología. Hacer predicciones en la complejidad siempre serán predicciones limitadas y con mucho ruido estadístico. Un sismólogo no puede adivinar cuando va a ocurrir un terremoto con semanas de previsión, como tampoco un meteorólogo puede predecir una tormenta de nieve a un mes vista. Además sus predicciones tienen enormes cantidades de ruido estadístico lo que hace que cada predicción tenga posibilidades reales de fallar.
Los humanos sufrimos de sesgos cognitivos. Uno de ellos es la tendencia a acordarnos de los eventos que salen de la norma más que de los que están en la norma. Nos acordamos con más facilidad de los días en los que “el hombre del tiempo” se ha equivocado que cuando acierta. Debido a ese sesgo tendemos a fiarnos poco de las predicciones meteorológicas a pesar que en la mayor parte de ocasiones estas son acertadas.
Sobre los politólogos percibimos que “sus encuestas” y “sus predicciones” electorales nunca se cumplen. Asumiendo que quien elabora la encuesta electoral y los politólogos que las analizan las consideran predictores al 100% de fiabilidad cosa que no es así (ningún politólogo ha afirmado nunca que el resultado electoral va a ser el que dice la encuesta) e ignorando los problemas de las encuestas. Algunos intentan equiparar los politólogos de encuestas electorales a charlatanes vendedores de crecepelo. Por no hablar de la cocina de estas encuestas, necesarias para poder hacer una interpretación mínimamente aproximada a la realidad, son consideradas como manipulaciones malignas e intencionadas (sobretodo si la previsión electoral no nos gusta). En lugar de entender las limitaciones de las encuestas y la necesidad de hacer una cocina (ya que la gente tiene sesgos en sus respuestas que no coinciden con su comportamiento electoral y recordamos mal lo que hemos hecho) preferimos creer que los politólogos son charlatanes o inútiles o agentes del mal que nos manipulan.
Asumimos además que los politólogos han de ser una especie de supersociólogos y supercomunicólogos y sepan predecir mejor que los sociólogos los cambios sociales y su evolución con todo lujo de detalles o mejor que los comunicólogos los efectos de determinados mensajes políticos que los propios comunicólogos.
Es el equivalente a enfadarte porqué un reloj de cuco es incapaz de predecir números de lotería, o porqué tu nevera no sirve para calcular el deshielo en Groenlandia.
Politólogos los nuevos übercuñados tertulianos y opinólogos
Los politólogos aparecen por todos lados, en medios de comunicación, foros, twitter, televisión, etc… Parece que no hay ninguna tertulia en la que un politólogo esté de más. Y por eso asociamos la imagen del politólogo a la del “listillo” que sabe de todo.
Que haya politólogos en tertulias políticas es bueno. Son sabios en su disciplina y aportan elementos de análisis y argumentos que no vendrían de otra manera. Pero no obviemos lo que es una tertulia “política”. Tengo la suerte o la desgracia de haber ido este año a más de 30 tertulias televisadas, y ser tertuliano tiene un alto elemento de “cuñadismo”. Seas o no politólogo. En las tertulias “políticas” los temas a tratar van surgiendo por la actualidad del día o del día anterior, posterior a la selección de tertulianos para una determinada tertulia.
Si tienes suerte te los pasan con unas pocas horas de antelación y puedes prepararte los temas a tratar. Pero por mucho que te lo prepares si son temas en los que no tengas expertise, vas a “cuñadear” con mayor o menor gracia. Cuesta mucho aportar una opinión de valor en cosas que no eres experto. Y los politólogos no son expertos en todo. Como cualquier colectivo al que se asocia a las tertulias (durante una época fueron los periodistas, en otra los sociólogos, en otra los economistas) se les considera “sabelotodo” sin saber nada.
No es culpa de los politólogos, ni tan solo de los que organizan las tertulias. No hay manera humana de llevar a cada una de las tertulias los mejores tertulianos de cada tema que tratas porqué los márgenes de tiempo con los que se trabajan son de horas en este tipo de formatos. Los tertulianos son humanos con vidas más allá de la tertulia, no señores en sus casas esperando ser llamados en cualquier momento y han de organizar las agendas, desde producción es imposible tener un pool de cientos de expertos en todos los temas posibles, que sepan hablar en los medios y disponibles en cualquier día y hora. El formato además triunfa y gusta al público. Nos gusta oír übercuñados.
No carguemos contra los politólogos por tener que ejercer de übercuñados cuando hacen de tertulianos políticos. Aunque en muchas ocasiones cuñadeen aportan más que cualquier tipo de pelagaitas tertuliano (como un servidor).
Los politólogos no saben lo que es “la política real”
A nadie se le ocurriría discutirle a un físico teórico algo sobre teoría de cuerdas, excepto que seas otro físico teórico. De hecho ningún físico que no sea teórico se atreve ni a opinar de cuerdas. Nadie le discute a los ingenieros (excepto los übercuñados por excelencia, los jubilados de las obras) como hacer un puente o una carretera.
Las ciencias sociales son harina de otro costal. Todo el mundo tiene una opinión intuitiva sobre casi cualquier tema social o político. Una gran parte de hechos sociales forman parte de nuestra vivencia habitual y por tanto conformamos nuestra opinión en base a nuestra experiencia personal. Por ello cuando escuchamos a un científico social en general y a un politólogo en particular hablando de un hecho social es considerado por muchos como simplemente una persona que aporta una opinión más, aunque lo haga en un ámbito que tiene expertise.
Por otro lado existe esa extraña hostilidad entre los politólogos y los “policymakers” de todo tipo. Es cierto que algunos politólogos se mueven tan lejos del policymaking que les hace no entender los problemas a nivel micro que sufren los policymakers o los elementos cualitativos o los detalles que les hace que sus análisis estén poco acertados. Pero es especialmente porqué la mayoría de policymakers tienen posiciones y conocimientos adquiridos que por falta de capacidad, por mantenerse en la zona de confort o efecto IKEA no están dispuestos a ponerla en cuestión cuando hay evidencia científica que tal vez se la haga cambiar.
Los politólogos, sobretodos los que hablan más de “policy” que de “politics” se encuentran en muchos casos con una barrera de incomprensión, desprecio y silencio desde los policymakers. Para ellos son una panda de academicuchos que no saben lo que es “la política real”.
Sí, es cierto, no la saben (o no todos). Pero escuchar a los que tienen conocimiento profundo de las políticas que quieres aplicar y como se están aplicando en otros lugares, las conclusiones académicas al respecto y sus alternativas no viene de más. Al igual que un regidor de movilidad hoy no dejaría de escuchar a los técnicos de movilidad y a la guardia urbana de su ayuntamiento para ni tan siquiera pintar un paso de peatones, seguramente no iría mal a los policymakers escuchar a los politólogos que son expertos en aquello que queremos trabajar. Aunque sea para luego no darles la razón y buscar otra solución alternativa.
No sé si hay tantas personas como un servidor que se haya peleado por las redes con los politólogos, a veces con razón, y otras veces sin ella. Pero si algo he conseguido gracias a ellos es aprender, aprender y aprender. Si te interesa la política (en su forma de politics y de policy) muchos son gente sabia que pueden aportar en bastantes cosas. Aceptando que son humanos, con sesgos cognitivos como cualquiera, escucharlos no está de más. Hacerles caso de tanto en tanto tampoco.