Revista Cultura y Ocio

En el Ágora (IX)

Publicado el 29 junio 2015 por Ginnata

Mi Odisea Norteña

-Parte I-


He vuelto. He vuelto. Volví de Alemania. ¿Cuantas veces os lo he dicho ya? 5.000 mil post anunciando que me iba. Y ahora 5.000 mil mas diciendo que volví. ¿Que tortura no? Pero por eso mismo, os prometo que este es el ultimo. Mi experiencia allí fue... interesante. Lo suficientemente interesante como para ser contada en un post recopilatorio. Así que si queréis saber que fue de Vir en esa tierra hostil y arisca durante 10 días, ¡no os perdáis estos posts!
  • 1º Día- Aviones y autobuses:

Cuando te levantas a las 6 de la mañana lo normal es que estés de mal humor. Pero, cuando te levantas a las 6 de la mañana para irte de viaje, descubres fuerzas en ti que desconocías. Te despiertas feliz, ilusionada, descansada y casi sin ojeras. Coges tu maleta que pesa 20 kilos (que esta envuelta en fil transparente de una forma artesanal y muy practica), y esperas no tener que no se pase de peso. Coges tu bolso de mano (que en mi caso es divino) y te subes al coche. 
Te subes al coche emocionada, después de despedirte de tu madre y de tu padre. Entonces llegas al descampado de Ciudad Real, ves a tus compañeros de viaje, con sus respectivas maletas, y subís juntos al autobús.
Básicamente esta fase es una tortura. Estas deseando llegar a tu destino, aunque eres consciente de toda la larga jornada que tienes que recorrer para llegar allí. 
Tres horas en un autobús no parecen mucho. Pero en realidad cansa mucho. Te entretienes con cualquier cosa, intentas dormir, y te bebes tu te de granada antes de llegar al aeropuerto, sabiendo que allí te tienes que deshacer de el.
Ah, el aeropuerto. Barajas es uno de los lugares mas horribles en los que he estado. Gente por todas partes, gente trajeada, al lado de mochileros trotamundos. Y luego estamos nosotros. 25 adolescentes con maletas e hiperactivos por llegar a Alemania.
Facturamos rápidamente y procedemos a embarcar. Era un avión normal, decente, y se desarrollo un vuelo normal, decente. Nada de turbulencias, ningún imprevisto. Comprendí enseguida porque la comida de los aviones es tan usada en monólogos. Cuando te ponen "se os servirá un tentempié" esperas algo mas nutritivo que una galleta seca con un poco de chocolate mediocre por encima. No importa, te dices mentalmente, estamos viajando a Alemania después de todo. 
Aterrizamos en Dusseldoff. Hicimos escala, una escasa hora y media. Como no podía ser de otra forma, decidí tumbarme en el suelo y echarme la siesta. La pereza me puede amigos. Tras ser despertada por mis amigas, volvimos a embarcar. Cual fue mi sorpresa al ver el avión en el que íbamos a Hamburgo... Una avioneta, poco mas grande. Un avión diminuto y cochambroso. Realmente pase miedo en ese vuelo. No me fiaba lo mas mínimo de ese trasto. Pero, contra todo pronostico y mi mas absoluta felicidad, llegamos a Hamburgo de una pieza y sin perder ninguna maleta. Un gran éxito para todos.
Cogimos un autobús hasta Kiel, la ciudad donde pasaríamos los siguientes 6 días, y rezamos por que nuestros homólogos alemanes fuesen majos.
  • 2º, 3º y  4º Día- Kiel y el ColorLine: 

Mi primer fin de semana en tierra germana fue interesante, caótico, y bastante exhaustivo. Básicamente allí me di cuenta de varias cosas: la primera, los alemanes son muy independientes y viven prácticamente en sus habitaciones; la segunda, están todo el día fuera de casa; y la tercera, no comen.
No como nosotros. En nuestra cultura, nos sentamos a una mesa con comida, hablamos, charlamos vemos la tele y comemos algo consistente. Esto en Alemania es desconocido: se pasan el día picando cosas.
No hacen tres comidas importantes al día como nosotros. Cuando tienen hambre comen algo entre horas y ya esta, así de simple. Esto me dejo tan chocada que el primer día estuve esperando una comida de verdad hasta la noche. Viendo que ese momento no llegaba tuve que adaptarme. Así que si, pase mas hambre que un galgo, pero sobreviví.
Mi experiencia con los bares fue mas agradable. Imaginando que iba a ser un país normal, me tope con un bar alemán, de estos de película. Jarras "pequeñas" de medio litro de cerveza. ¡Y de todas las clases que quieras imaginar! No sabia que pedir, así que me guié por mi instinto e intente pronunciar el nombre inteligible que estaba escrito en la carta. Otra de las muchas cosas que eche de menos fueron las tapas.
En el bar alemán había fiesta todos los días. Cantaban canciones típicas, y hasta bailaban su propia versión de Paquito el Chocolatero, eso si, parecía que estaban invocando a Satan.
Tras un fin de semana loco, lleno de bares, fiesta, amigos y risas, el lunes por la mañana visitamos el ColorLine, un ferry noruego de lujo.
Algo así como el Titanic moderno. Aunque la travesía solo duraba dos días, visitamos todo el barco, desde la sala de recreativos, pasando por el casino, hasta el bar y el pub privado. La verdad es que la visita me encanto, y después fuimos a visitar una playa de Kiel, para poder bañarnos en el mar báltico.
Kiel es una ciudad portuaria, por lo que el hecho de que este plagada de gaviotas no debería sorprender. Lo que me sorprendió fue que me atacasen. Malditas gaviotas. Parecen monas, graciosas... ¡Son el demonio! Por dios, que agresividad.... ¡Y todo por una chocolatina! Que apropósito, era mi única comida del día...

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