Lo primero que hacemos las niñas y yo en verano cuando nos levantamos es salir al balcón, a olisquear el ambiente. Incluso aunque estén cayendo unas gotas, como hoy.
Como os conté en su día, le he dado muchas vueltas a la idea de cerrarlo en la reforma que vamos a hacer en casa. Prácticamente había decidido prescindir de él, pero con la llegada del buen tiempo me han vuelto las dudas. Y creo que vuestras opiniones en ese post también me ayudaron a recordar el valor de lo que ahora tengo. En un principio, lo que más pena me daba perder eran las plantas. Ahora que ya me he acostumbrado a esa idea, veo lo que de este espacio añade a la casa en realidad, por pequeño que sea: es un punto de conexión con la vida exterior, con los elementos, incluso con las desagradables lluvia y frío, que te hace conectar con el aire y hasta los animalillos que nos rodean. Y aunque pensase que sí, creo que esa sensación nunca la puede dar una ventana, por amplia que sea.
Este verano he pasado un par de atardeceres asomada al balcón con amigas, de cháchara, como se hacía en los pueblos, y viendo volar a las golondrinas que siempre se dan unas vueltas a última hora del día por el patio de manzana al que da el balcón.
Así que aquí sigo, pensando. A veces cuesta mucho saber lo que en realidad queremos.
Como ya comenté el otro día, soy un poco culo inquieto para esto de la imagen y la organización del blog y ya le estoy dando vueltas a una nueva plantilla. El año pasado ya hice un cambio grande al marcharme de Blogger, pero ahora me apetece darle otro aire. Así que, de aquí a un par de días voy a dejarlo parado, en modo mantenimiento, por lo que queda de mes. Mejor tener muchos invitados mientras recogemos la casa, no vayamos a estropear algo…
¡Nos vemos cuando acabe agosto con aires renovados!
¡¡¡Disfruta del verano que aún tenemos por delante!!! Y no te olvides de volver!