Tiene varios niveles, como su infierno. Y yo sigo pensando que le falta algo a esta escena. Últimamente la gente toma tan a la ligera hablar del paraíso, ángeles, demonios, quimeras, diosas del sexo, hematólogos del amor. Nada es importante. Nadie lo sabe aún pero nada es ahora importante. Lo urgente devastó las colinas, y lo que nos queda son las sombras. Sombras de lo que fuimos, sueños y delirios de grandeza. No creíamos en dios, lo éramos. ¿Cómo podríamos pensar lo contrario? Dominábamos al mundo, lo aplastábamos a voluntad, las reglas –las nuestras- eran tan flexibles como nuestros interés y ganancias personales lo permitían.
Sí, el infierno de Dante tiene varios niveles. La gente piensa que esa es la realidad. El terror del infierno ejerciendo control en las masas a través de iglesias, religiones “constituidas” y pensamientos paganos, tipo la nueva era. Todo, una mierda. Incluso el término agnóstico es una grosería para quien sabe que la fe no sobrevive a la realidad, pero la sobrepasa.
Curiosos animales, somos los humanos. Pensamos que hay algo más allá, que trascendemos. Dante y su infierno.
Uno piensa en esas cosas cuando la muerte se avecina. Allí agazapado en el bosque oscuro, mirando de lejos su rito pagano. Los gruñidos, el sonido de los huesos quebrarse, alaridos de dolor, el olor a sangre, a droga, a sexo animal, a alcohol barato. Los tambores. La fogata donde hombres y mujeres desmembrados terminan su vida. El olor a chicarrón, a cuero quemado. Sonrío. Ese que se quema, solía ser Juan, mi maldito mejor amigo. Él fue el de la idea de venir en estas fechas de ritos paganos al bosque “de las brujas”, los druidas de antaño hacen ritos paganos, me dijo emocionado, a ti, que te encanta todo eso, podríamos filmarlo, nadie lo ha hecho antes, seremos famosos. Observo la cámara de mi amigo tirada al lado de la fogata. Estos seres semidesnudos danzando con máscaras grotescas, mordiendo huesos, chupando carne, teniendo sexo macabro con lo que queda de algunos cadáveres.
Yo observo todo con la adrenalina disparada. No me han torturado, pero no tardará en ser mi turno. Mi escondite no me ocultará demasiado tiempo, y encima de todo, siento esa imperiosa necesidad de revelarme como ese dios al que invocan y veneran.
El momento exacto de la muerte de Juan, me decido. Salgo de mi escondite, excitado por la orgía de sangre, poderoso, con hambre. Les revelo mi identidad a estos adoradores.. Me miran extasiados. Se acercan a mí con cautela. Sé lo que pasará a continuación. Los druidas estaban esperándome.
Han hecho este rito tantas veces, anhelando, recorriendo los infiernos.
Los han encontrado en mi piel.
Sonrío al sentirme en el cielo con Dante.
Muero en éxtasis.
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