Aunque con un poco de retraso, hoy traemos la primera de las entrevistas a los ganadores de los Premios Guillermo de Baskerville 2016. Empezamos con José Pedro García Parejo, ganador en la categoría de relatos con Leña.
En primer lugar, José Pedro García Parejo, enhorabuena por el premio.
Gracias.
Siempre se dice que cuando ganas un premio uno lo vive de una forma especial. En el caso de los Premios Guillermo de Baskerville, ¿cómo viviste el proceso desde que supiste que estabas nominado hasta el momento en el que te anunciaron como ganador?
Primero con tranquilidad y mucha curiosidad, porque la dinámica de concesión del premio era nueva para mí. Me parecía muy divertida; leí todas las críticas, por qué no decirlo, también las de los otros finalistas, y la verdad es que viví todo el proceso con mucha curiosidad pero también de forma tranquila. La subjetividad entra mucho en juego en los premios literarios, así que sabía que había muchas posibilidades de que no ganara el premio. La verdad es que me he divertido mucho leyendo las críticas y comentarios. De hecho, le di la enhorabuena a Javier Miró por lo novedoso del proceso de elección del ganador. Cuando empecé a escribir, comencé a enviar mis relatos a diversos certámenes literarios; llevo ya unos años en esto y al final te das cuenta de que siempre que en un premio hay jurado la subjetividad juega un papel importante y a veces es una lotería, por lo que no ganar un premio no significa que tu libro o tu relato no sea bueno. Simplemente significa que el jurado se rige por unos determinados criterios y tu texto puede encajar o no con dichos criterios, por lo que soy de la opinión de que hay que tomarse todo esto con calma.
De hecho, estoy seguro de que a un autor puede sorprenderle la interpretación que algunas personas hacen de su relato, a veces muy diferente de lo que el propio autor quería transmitir.
Por supuesto. La literatura es muy subjetiva; yo quiero que mis relatos los entienda el lector, pero este a veces puede entender otra cosa. Creo que hay que dejar libertad al lector en este sentido, por eso a veces no cierro el texto, lo dejo un poco abierto para jugar un poco con esa libertad.
«Muchos de mis relatos podrían desarrollarse y convertirse en novela, pero a día de hoy sería forzar demasiado la situación».
Como has comentado antes, eras consciente de la dificultad de llevarte el premio. Pero estoy seguro de que, leyendo las críticas de tu libro que los miembros del jurado iban publicando, llegaría un momento en el que pensaste que no era tan descabellada la posibilidad de llevarte el gato al agua, ¿no es cierto?
Así es. Cuando uno va leyendo las críticas, que por lo general fueron buenas e incluso muy buenas, uno empieza a hacerse la idea de que puede ganar el premio. El día en el que se anunció fui a trabajar pero estuve muy pendiente de lo que decían unos y otros. Me hizo una ilusión enorme saberme el ganador.
Un buen número de los relatos incluidos en Leña han sido premiados en otros certámenes. ¿Qué siente un escritor al comprobar que su trabajo empieza a ser reconocido?
Es un reconocimiento importante para un escritor como yo. La primera vez que envié un relato a un premio, ganó el Premio Ciudad de Palos 2007. Busqué algún certamen en el que pudiera encajar y decidí enviarlo a ese. Fue un momento importante. Desde entonces seguí escribiendo y enviando relatos a diversos premios, por divertimento, por probarme un poco, por jugar a la lotería. Lógicamente, en el noventa por ciento de los casos no gano nada, pero es cierto que conseguir algún premio de vez me hace pensar que algo debo estar haciendo bien y además es algo que me gusta y con lo que me divierto. Cada uno de estos premios es un reconocimiento y les tengo mucho cariño.
Al margen del Premio Guillermo de Baskerville, ¿qué otro premio recuerdas con especial cariño?
Clase de matemáticas (relato incluido en Leña) se llevó el Primer Premio del Certamen Nacional Fernando Quiñones 2010. Tal vez es el más importante. Me lo entregó la alcaldesa de Cádiz y lo cierto es que me hizo mucha ilusión. Por cierto, ese relato fue rechazado en cinco, seis o siete certámenes anteriormente, con lo que volvemos al tema de la subjetividad que comentamos antes. Yo sigo jugando por divertimento, pero quien participa en esto tiene que saber que va a perder en la mayoría de las ocasiones y no debe desistir por ello.
«Tengo relatos de una página que llevan cinco años pululando en mi ordenador».
¿Por qué escribes relatos? ¿Te has planteado escribir novela, ensayo…?
Yo soy muy claro en ese aspecto: a día de hoy no me veo capacitado para escribir una novela. Lo he pensado muchas veces, pero no me sale, no encuentro el tono, no encuentro el tema… Donde me siento cómodo ahora mismo es en el relato. ¿Si en un futuro escribiré alguna novela? No lo descarto, pero para ello tendré que encontrar mi estilo, un tono adecuado y una buena historia. Creo que muchos de mis relatos podrían desarrollarse y convertirse en novela, pero a día de hoy sería forzar demasiado la situación. Si algún día encuentro la historia adecuada me pondré a ello, pero no tengo prisa y prefiero centrarme ahora en el formato en el que me siento más cómodo.
El relato, a diferencia de la novela, obliga al escritor a condensar una historia en poco espacio y que esta se entienda y se desarrolle y cierre de forma correcta.
Esa es otra de las cosas que me gusta del relato. Al escritor le supone el reto de contar una historia completa en pocas páginas. En este sentido soy un gran admirador de los cuentistas americanos. Carver, por ejemplo, te cuenta un novelón en apenas cuatro o cinco páginas y en tan poco espacio sabe transmitir cómo es el personaje, qué le ocurre y la historia que le envuelve. Eso tiene mucho mérito.
En la reseña de Leña que publicamos en Libros Prohibidos, mi compañero Ernesto te describe como «un amigo de las palabras». Esto es saber decir lo que todo el mundo diría exactamente de la mejor forma que se pueda decir.
Una de mis pretensiones es que el lector entienda el relato, así que trato de elegir las palabras y expresiones lo más exactas posibles. Más que escribirlo, lo que me gusta de verdad es corregir el relato, darle vueltas. Suelo escribir el relato de forma más o menos rápida y cuando lo tengo planteado es cuando empiezo a corregir, a cambiar párrafos, expresiones, ideas… Me gusta más la corrección que la primera escritura. Soy de los que piensa que a un relato hay que darle muchas vueltas; a veces es importante guardarlo en un cajón, dejarlo reposar y en un momento dado retomarlo para darle forma definitiva.
Tal vez sea una de las grandes injusticias que tiene que sufrir el escritor de relatos. Hay quien piensa que un relato de una o dos páginas se escribe en un momento (habrá quien trabaje así), sin pararse a pensar en el proceso de escritura, corrección y pulido que tiene.
Yo tengo relatos de una página que llevan cinco años pululando en mi ordenador. De vez en cuando los rescato, los reelaboro… Son relatos muy trabajados, aunque el resultado final sea de unas pocas páginas.
Siguiendo en esta línea: ¿qué considera José Pedro García Parejo que debe tener un relato para considerarlo redondo?
Debe tener un tono definido, que cuente una buena historia y que deje en el lector un poso.
De los relatos incluidos en Leña, ¿con cuál te sientes más satisfecho, si puedes elegir uno?
Como suele decirse, todos son mis hijos y a todos los quiero mucho. Pero si tuviera que elegir uno, me quedo con Clase de matemáticas. Creo que es un relato redondo. No suelo pensar esas cosas, pero cuando lo terminé pensé que había escrito algo realmente bueno. Con él gané el Premio Fernando Quiñones, como antes comentamos, un premio que me hizo una especial ilusión. De los últimos que he escrito, Kowalski me gusta mucho porque me divertí mucho escribiéndolo. Hay uno que está teniendo mucho éxito también, El amable apilador, un relato que yo llamo «en construcción» porque al mismo tiempo que narro la historia describo cómo la construyo.
Hablando de este último, y aunque no tenga que ver con el tema que trata, no sé si eres futbolero, porque me han llamado mucho la atención los nombres elegidos para los personajes de El amable apilador. Como te digo soy muy futbolero y no he podido evitar recordar mi infancia y adolescencia al leer nombres que me han recordado muchísimo a los futbolistas alemanes de finales de los noventa: Lothar (Lothar Matthäus), Klissmann (Jürgen Klinsmann), Heinrich (Jörg Heinrich), Hamman (Dietmar Hamann)…
Soy bético de los que van cada quince días al campo (risas). Así es. Tenía que elegir nombres alemanes y lo más alemán que tenía a mano era el fútbol, así que elegí los nombres de jugadores de la selección alemana de la década de los noventa.
El libro de Laurent Binet que citas en El amable apilador (HHhH)…
Es un gran libro que recomiendo sin duda. En mi relato hablo de la matanza de Babi Yar, a la que Binet apenas dedica un párrafo en su libro. Binet relata en su libro un complot para asesinar a uno de los jerarcas nazis. Es un libro que me gusta mucho porque también es de los que llamo «en construcción»: al mismo tiempo que cuenta la historia va explicando las motivaciones que le han llevado a escribir sobre ello.
«Hay que dejar libertad al lector, por eso a veces no cierro el texto, lo dejo un poco abierto para jugar un poco con esa libertad».
Cambiando de tema, llama la atención la forma con la que cierras todos tus relatos, con ese «Fin» que no suele ser habitual. ¿Tiene algún significado especial?
Es una manía, una predilección, llámalo como quieras. Es una forma de decir «hasta aquí he llegado, no tengo nada más que contar».
Los relatos incluidos en el libro, pese a ser independientes, tienen puntos en común. Palabras como «recuerdos», «infancia» o «nostalgia» están muy presentes. El poso de sentimientos en tus escritos es muy palpable.
En el fondo, la literatura es lo vivido, la expresión de uno mismo. El escritor escribe de lo que ha vivido, de lo que sabe. Es complicado escribir sobre algo de lo que uno no tiene ni idea, aunque uno se documente. Para mí es difícil; yo escribo de lo que sé. Escribo sobre mis ideas, mis recuerdos, la nostalgia, situaciones cotidianas y si hay algunos relatos históricos es por el simple hecho de que soy profesor de Historia.
¿Cuándo decides que un recuerdo, un momento o una idea se van a convertir en un relato?
Cuando me quedo pensando más de diez segundos en ese recuerdo, en eso que me pasó hace siete, ocho o diez años y me quedo embobado, es que ahí hay una historia que contar. A partir de ahí hay que darle forma, pero el origen es ese.
En el relato que da título a la antología, Leña, utilizas el mundo del fútbol para reflejar el drama de la decadencia laboral.
En cualquier profesión se pasa por diferentes etapas. Muchas veces pensamos que los jugadores de fútbol no tienen presión, viven como dioses… Pero llega un momento en el que el dinero se les olvida y lo que quieren es aguantar en la profesión. Es una profesión corta en el tiempo y muchos no saben afrontar el final de su carrera. Es un relato en el que hablo sobre el después, sobre la pérdida de la juventud y sobre la presión laboral. ¿Por qué utilizo el fútbol? Porque me gusta, leo mucha prensa, veo muchos partidos y llevo quince años yendo a un campo de fútbol cada quince días.
El libro me ha encantado, pero he de confesarte una cosa: hay un relato que aún no he leído. Cuando leí el título El club de los primeros (léase con música country de fondo), lo salté y lo tengo pendiente, por supuesto para leerlo con música.
Estamos influenciados por la cultura estadounidense, nos guste o no. Yo fui a Nueva York y me encantó, parecía que estaba en mitad de una película. Este relato es un homenaje a esa influencia norteamericana: chicos de instituto, medio tontos, adolescentes que se comportan como adolescentes. Para escribir este relato me puse música country de fondo, creo que encaja a la perfección. Además, como soy muy aficionado a la literatura norteamericana del siglo XX, fue un ejercicio de imitación. Hay ciertas expresiones y temas que encajan con aquel país y no con otro, de ahí que lo situara allí y de ahí que recomiende leerlo con música country de fondo.
¿Existe un hilo común intencionado en los relatos incluidos en Leña?
Algunos tienen puntos en común, otros no tanto. Llevaba varios años escribiendo y quería cerrar una etapa, me hacía ilusión que salieran en papel. Leña es el fin de una etapa, es la recopilación de los mejores relatos de mis primeros años de escritura. Otros siguen en el cajón.
¿Cómo fue la selección de los relatos? ¿Los elegiste tú o la editorial te guió durante el proceso?
En verano de 2014 me propuse publicar un libro propio. Sabía que era difícil, porque las editoriales no suelen publicar a autores desconocidos, al menos eso pensaba yo. Buscando editorial, descubrí una pequeña editorial de Dos Hermanas cuya línea me gustó desde el principio. Contacté con ellos y les propuse enviarles algunos relatos. En cuanto a la selección, ellos me guiaron y yo les hice caso. Confiaron en mí y es algo que siempre les agradeceré.
Maclein y Parker, la editorial que publicó Leña, está haciendo un magnífico trabajo. Una de las ventajas de la proliferación de pequeñas editoriales independientes es que están dando una oportunidad a gente que escribe bien pero que tienen pocas opciones de publicar con editoriales más grandes, que solo buscan autores conocidos y negocio seguro.
Así es. Hay gente con muchísimo talento que son rechazadas por sistema por las grandes editoriales. Si tienes un nombre, hagas lo que hagas la editorial sabe que va a vender muchos ejemplares y es una apuesta segura, mientras que con un autor desconocido no suelen arriesgar, al menos como regla general. Por eso insisto en que estaré siempre agradecido a Maclein y Parker, una editorial que trabaja muy bien y cuida hasta el mínimo detalle.
«Más que escribirlo, lo que me gusta de verdad es corregir el relato, darle vueltas. Soy de los que piensa que a un relato hay que darle muchas vueltas; a veces es importante guardarlo en un cajón, dejarlo reposar y en un momento dado retomarlo para darle forma definitiva».
Un ejemplo de ello, la frase final que suelen incluir en sus libros, relacionada siempre con la línea del mismo. En el caso de Leña, la frase elegida es «Me encanta que los planes salgan bien», de Hannibal Smith, de El Equipo A.
Antonio me pidió que eligiera una frase y pensé en los años ochenta, muy relacionados con los temas que abordo en el libro, y recordé esa. Un detalle que me llamó mucho la atención.
Defíne a José Pedro García Parejo como lector.
La verdad es que leo sobre todo novela y relato, aunque hace poco leí el ensayo La España vacía, de Sergio del Molino, y me encantó. Leo literatura española, norteamericana sobre todo…
Y, ¿por géneros?
Me gusta que los relatos reflejen la realidad. La ciencia ficción, por ejemplo, no me llama tanto la atención, aunque hay clásicos que he leído y me encantan, como Un mundo feliz o Faherenheit 451. Pero sobre todo me gustan las historias realistas.
José Pedro García Parejo con el diploma de ganador del Premio Guillermo de Baskerville 2016.
Después de la buena acogida que ha tenido tu libro, certificada con el Premio Guillermo de Baskerville, ¿qué nuevos proyectos te planteas de cara al futuro?
Sigo escribiendo y mi ilusión es publicar, tal vez no este año pero sí el que viene, un segundo libro de relatos. Me planteo también escribir una novela, pero no a corto plazo. No tengo prisa; para mí la escritura es una diversión, yo tengo mi trabajo y esto es ocio. Me lo planteo con mucha tranquilidad.
Para terminar, ¿podrías recomendarnos algún libro de algún autor que no sea demasiado conocido?
Recomiendo una autora norteamericana, Amy Hempel. Seix Barral tiene publicados en España sus Cuentos completos. Para escribir sus mejores relatos, Hempel utiliza una técnica denominada «de lista»: ella va contando cosas que parecen no tener nada que ver unas con otras, pero por debajo está la historia, con sus nexos de unión. Cuando cierra el relato, te das cuenta de que te ha contado un montón de cosas y además te deja ese poso del que antes hablamos, ese que te deja pensando sobre lo que acabas de leer. Por otra parte, un libro de relatos que he leído últimamente, que me ha gustado porque no esperaba que me gustara, es Las cosas que perdimos en el fuego, de la argentina Mariana Enríquez, publicado en nuestro país por Anagrama.
José Pedro García Parejo, muchas gracias por tu tiempo y enhorabuena una vez más por el éxito de tu libro.
Ha sido un placer.
Fotografías de Pedro Jiménez Candau.
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