Revista Opinión

En el fondo último de nuestro ser nos encontramos solos

Por Javier Martínez Gracia @JaviMgracia
EN EL FONDO ÚLTIMO DE NUESTRO SER NOS ENCONTRAMOS SOLOS
      No atendemos lo que vemos, sino que vemos solo lo que atendemos. “No somos, pues, en última instancia, conocimiento, puesto que este depende de un sistema de preferencias que más profundo y anterior existe en nosotros (…) Cada raza y cada época y cada individuo ponen su modulación particular del preferir, y esto es lo que nos separa, nos diferencia y nos individualiza, lo que hace que sea imposible al individuo comunicar enteramente con otro. Solo coincidimos en lo más externo y trivial; conforme se trata de más finas materias, de las más nuestras, que más nos importan, la incomprensión crece, de suerte que las zonas más delicadas y más últimas de nuestro ser permanecen fatalmente herméticas para el prójimo. A veces, como la fiera prisionera, damos saltos en nuestra prisión —que es nuestro ser mismo, con ansia de evadirnos y transmigrar al alma amiga o al alma amada—; pero un destino, tal vez inquebrantable, nos lo impide. Las almas, como astros mudos, ruedan las unas sobre las otras, pero siempre las unas fuera de las otras condenadas a perpetua soledad radical. Al menos, poco puede estimarse a la persona que no ha descendido alguna vez a ese fondo último de sí misma, donde se encuentra irremediablemente sola” (Ortega y Gasset[1]).

[1] Ortega y Gasset: “Teoría de Andalucía y otros ensayos”, O. C. Tº 6, p. 152.


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