Revista Cultura y Ocio

En el ímpetu del desafío ( 2 min.)

Publicado el 27 mayo 2014 por Jblor8

Juan B. Lorenzo de Membiela

Séneca en sus viajes portaba únicamente las mismas cosas que conservaría de sufrir un naufragio. Básicamente una estera para dormir y dos esclavos. Séneca, además de filósofo estoico, fue una de las primeras fortunas de Roma. En parte por su talento y en parte por haber sido tutor del emperador Nerón (Taleb, 2013:197) y en parte por su estatus social ya que pertenecía a la clase social de los equites (orden ecuestre).

La historia quiso que la compatibilidad riqueza y ascetismo no fueran contradictorias sino complementarias. Y concretamente valorando que la riqueza no era un fin sino un medio. En donde más claramente se observa esta absoluta compatibilidad y hasta su complicidad, es en el protestantismo. Para Weber, en su obra "La ética protestante y el espíritu del capitalismo ", la riqueza es señal de predestinación a la salvación.

Taleb, en su libro "Antifrágil " (2013), refiere a una armonía del cosmos recogida por el estoicismo. Esa fuerza, en realidad, es un devenir caótico que tambien golpea a los hombres por medio de la fortuna.

El método empleado por los estoicos para contrarrestar esa disonancia es asumir cualquier pérdida y cualquier derrota para esquivar el impacto emocional nocivo. No sería aplicable aquella máxima castellana: de derrota en derrota hasta la victoria final. Si no más bien la contraria, quizás más realista: de derrota en derrota hasta la derrota final.

Lo que exceda de todo ello, se agregara por añadidura, por una justicia que se ha demorado, por un fatum que cambia de rumbo, por una clemencia que solamente nace en los espíritus libres.

En esta reflexión encontramos el fundamento de la resiliencia, concepto etológico aplicado a los procesos sociales y que es definida como un proceso dinámico que tiene como resultado la adaptación positiva en contextos de gran adversidad ( Luthar, Cicchetti y Becker, 2000).

Es decir, la capacidad de asumir infortunios sin merma emocional o con la capacidad de rehacerse y mantener sus objetivos fijados. Es un valor intangible muy apreciado en las organizaciones y en las personas porque permite afrontar desafíos cuyos resultados no están garantizados a priori.


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