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"EN EL JARDÍN DEL OGRO" de Leila Slimani

Publicado el 07 julio 2021 por Marianleemaslibros

Bajo la ducha, siente deseos de arañarse, de partir su cuerpo en dos. Se golpea la frente contra la pared. Querría que alguien la agarrara y le estampara el cráneo contra la mampara de cristal. En cuanto cierra los ojos, oye ruidos, resuellos, gritos, golpes. Un hombre desnudo que jadea y una mujer gozando.
Querría entregarse a una jauría, y que la devoren, la chupen, la traguen entera. Que le pellizquen los pezones, le muerdan el vientre. Querría ser una muñeca en el jardín de un ogro.
Adèle parece tener una vida perfecta. Trabaja como periodista, vive en un bonito apartamento en Montmartre con su marido Richard, médico especialista, y con su hijo de tres años, Lucien. Sin embargo, bajo esta apariencia de cotidianidad, Adèle esconde un inmenso secreto, la necesidad insaciable de coleccionar conquistas. En el jardín del ogro es la historia de un cuerpo esclavo de sus pulsiones, una novela feroz y visceral sobre la adicción sexual y sus implacables consecuencias.
Me gustó mucho “Canción dulce” (Premio Goncourt 2016), si no habéis leído aprovecho para volver a recomendárosla, la reseña aquí) y tenía claro que seguiría leyendo a Slimani. “En el jardín del ogro” no es una novela reciente, fue publicada en 2014 y su temática no tiene nada que ver con la otra, pero también me ha gustado mucho, ahora os cuento porqué.
Los puntos fuertes de la novela
La adicción sexual desde una perspectiva femeninaLa verdad es que el tema es interesante, está poco trillado y diría que  muy bien llevado en esta novela. Si lo pienso, me doy cuenta de que en literatura, cuando se aborda el tema de la adicción al sexo sobre todo en una mujer, es frecuente que la cosa vire hacia el erotismo. Pero en este caso Slimani ha conseguido ir más allá de la ninfomanía como tal, ha profundizado en la psicología del comportamiento, ha intentado averiguar los motivos subyacentes, centrándose, más que en el placer que ella obtiene en sus encuentros sexuales, en la culpa que le acarrea dicho engaño y que es su verdadero tormento, el no poder evitar dichas situaciones, porque ella realmente ama a su marido ¿o no?. 
La autora, sin juzgar en ningún momento a Adèle (algo que me gusta mucho), nos ofrece un retrato de su personalidad tal, que nos obliga a preguntarnos qué puede llevar a una mujer que parece tenerlo todo, a necesitar ese doble juego de encuentros sexuales para sentirse plena. Porque Adèle no está satisfecha con su vida. La vida que a ella le gustaría llevar, no es la que lleva. Necesita tener sexo con diferentes hombres, frecuentemente, cada día, y eso no está bien visto y menos en una mujer. Seguramente en un hombre, la cosa cambiaría, porque en ese aspecto sigue habiendo mucho machismo.
La maternidad impuesta por la sociedadAdèle, aunque adora a su hijo Lucien, la mayor parte de los días lo siente como algo no elegido por ella, sino más bien impuesto por esa sociedad en la que vivimos y que casi obliga a las mujeres a tener hijos para ser completa y socialmente aceptadas, para ser consideradas como “mujeres plenas”. Y yo, en ese aspecto, la comprendo perfectamente. ¿Cómo no hacerlo cuando incluso hoy en día, con los tiempos que corren, se presuponen tantas cosas relacionadas con la maternidad? Se presupone que por el simple hecho de ser mujer, la única elección posible para tener una existencia completamente satisfactoria es esa, la de tener hijos, y si no, si una mujer decide escoger no ser madre, seguro que es porque algo raro le pasa, ya que no es muy “normal”. Y todos la miran de forma lastimera, con pena, pensando que no es una mujer completa, que sin duda se está perdiendo lo más importante que puede haber en la vida. Porque claro, si no hay hijos, no hay familia (pero oye, tíos, primos, sobrinos, cuñados, no cuentan para nada) y eso ya la condena a la más absoluta y completa soledad, como si el simple hecho de parir ya asegurara de por sí una futura maravillosa vejez, como si ya augurara un mimo y feliz cuidado por sus descendientes que seguro son maravillosos y adoran a sus padres, que seguro también adoran a sus hijos. ¿Os suena esto de algo? A mi sí, mucho. 
Lucien es una carga, una imposición a la que cuesta adaptarse. Adèle no consigue saber dónde anida el amor por su hijo en medio de tantos sentimientos confusos: pánico de entregárselo a otras personas que lo cuiden, molestia de vestirlo, agotamiento al subir una cuesta empujando la sillita que se resiste. Tuvo un hijo por el mismo motivo por el que se casó. Para pertenecer al mundo y protegerse de cualquier diferencia con los demás. Al convertirse en esposa y madre, se rodeó de un aura de respetabilidad que nadie puede arrebatarle. Se construyó un refugio para las noches de angustia y un retiro cómodo para los días de desenfreno.
Una doble vida, una doble moralPor un lado nuestra protagonista tiene una vida completamente normal, periodista, madre de un hijo y felizmente casada con un médico parisino. Y por otro lado, tiene un lado oculto, oscuro, que nadie conoce y que pretende únicamente satisfacer ese deseo sexual irrefrenable, pero que al mismo tiempo la atormenta porque ella siente que no está bien lo que hace. Y esa doble vida, esa constante contradicción, aunque imprescindible para ella, no la deja ser feliz, porque se pasa la mitad del tiempo intentando controlar sus impulsos, el deseo que la inunda, impulsos que ponen en peligro su matrimonio, su estabilidad familiar, sus amistades, todo.
Da igual, está todo perdido. Desear ya es ceder. Se han levantado las barreras. No serviría de nada contenerse. ¿Para qué? Da igual. Ahora piensa como los opiómanos, los ludópatas. Está tan orgullosa de haber mantenido a raya la tentación unos cuantos días que se ha olvidado del peligro.

El sexo como instrumento narrativo
La novela erótica en general no me llama nada la atención y al comenzar a leer se podría pensar que “En el jardín del ogro” el tema principal es el sexo, por tener delante a una protagonista ninfómana. Pero no. Creo que esta novela trata sobre todo del deseo femenino y la autora sabe retratarlo muy bien y, aunque nos pinta un buen boceto sobre la sexualidad femenina, profundiza y hace hincapié más en el “después”, en lo que ocurre “luego de. . .”, en los sentimientos de infinita culpa tras las mentiras, en la frustración que su ¿patología? ¿enfermedad? le produce cuando no es capaz de aguantar la tentación y las ganas. 
Sus obsesiones la están devorando. No puede impedirlo. Como necesita mentir, su vida requiere una agotadora organización que le ocupa por completo la mente. La reconcome. Organizar un falso viaje, inventar un pretexto, alquilar una habitación de hotel. Elegir el adecuado. Mentir pero sin justificarse demasiado. Las justificaciones alimentan las sospechas. Retirar dinero líquido sin dejar pistas. Dejar la cuenta en rojo por comprar ropa interior cara, trayectos en taxi, cócteles a un precio desorbitado en los bares de los hoteles.
Completo dominio de la psicología femenina Se extrae del texto un conocimiento importante por parte de la autora de la psicología, los sentimientos, las emociones, el cuerpo y el deseo femeninos, algo imprescindible para haber sido capaz de darle forma a esta historia. Vale, es mujer y seguramente ello influye y lo hace menos sorprendente, pero es que además de ese conocimiento profundo, sabe expresarlo, sabe plasmarlo por escrito, sabe transmitirlo de una forma contundente, sin tapar nada, sin miramientos, sin medias tintas.
La crónica de un desastre anunciadoPero claro, algo así no puede mantenerse oculto toda la vida, esa doble vida en algún momento tenía que salir a la luz, tenía que estallar y al final estalla. Cuando eso sucede, curiosamente te mantienes imparcial, no sabes de que lado ponerte, porque los comprendes a ambos, empatizas con ambos, con Richard que está enamoradísimo de su mujer y percibes su sentimiento de traición, pero también con Adèle, por mucho que su comportamiento sea inaceptable, porque sientes su sufrimiento.
Una prosa y un estilo especialMe gusta mucho como escribe Slimani, y no es que se pudiera decir que su narrativa sea poética, o especialmente musical, pero cuando te sumerges entre sus letras enseguida te das cuenta de que su prosa es profunda, certera, cuidada, especial. Su estilo es también muy suyo, algo seco, algo frío, porque va al grano y sabe poner el dedo en la llaga, deslumbrándote con las palabras.
Se deja deslizar contra la pared. Se encoge bajo el chorro de agua ardiendo. Quiere hacer pis pero el bajo vientre está duro, como si le hubiera crecido un hueso durante la noche. Contrae los pies, aprieta la mandíbula y cuando por fin la orina infectada le resbala por los muslos, suelta un grito de dolor. Su vagina no es más que un trozo de cristal resquebrajado, un laberinto de estrías y grietas. Una lámina de hielo bajo la que flotan cadáveres congelados. El pubis, que ella se afeita a diario con esmero, está de color morado.

 Resumiendo: ""En el jardín del ogro" es la historia de una adicción sexual y sus implacables consecuencias. Es la historia de una mujer que solo aspira a ser deseada, siempre, a todas horas, convirtiéndose para ello en una, a ojos del mundo, impostora absolutamente perfecta de sus valores morales, de sus convicciones, de su vida y la de su familia. Una novela con un encanto especial que pudiera pasar como erótica, pero que no lo es, con un fondo psicológico importante y una protagonista psicológicamente compleja. Una reflexión sobre la vida matrimonial, la idea moral del amor, la infidelidad y la imprescindible maternidad como hecho socialmente aceptado y exigido.


Lo que excita el alma es precisamente que el cuerpo te traicione, que actúe contra tu voluntad y presenciar esa traición .

Mi nota es la máxima, no podría ser de otra manera:

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