En La redención de Tolstoi, Iván Bunin cuenta que siendo muy joven y confeso tolstoiano, en una de sus visitas al maestro, este le preguntó si seguía escribiendo. Le contestó que casi no escribía, que todo lo que escribía le parecía insignificante. Además, no sabía sobre qué escribir. «¿Cómo es eso? Si no sabe sobre qué escribir escriba sobre eso, escriba que no sabe acerca de qué escribir y por qué. Busque la razón de esa ausencia de motivos y descríbala»: Sabio consejo que ya apuntaba a los recursos minimalistas de las novelas caracterizadas por la ausencia de un relato-marco, puestas en marcha por la crisis de la posmodernidad.
A partir del consejo de Tolstoi, que podría resumirse en «escriba, escriba lo que sea», recordé todas las veces que sentí deseos de escribir sobre todo lo que me iba viniendo a la mente mientras escribía, en el margen derecho de la página. Sí, escribir en una columna al margen del texto, como una manera de reproducir y legitimar el proceso «auténtico» de composición. En una columna, la ficción, bajo forma de relato, bien sea débil o fuerte y, en la otra, las reflexiones, las asociaciones extemporáneas, sin exceptuar las correcciones y las enmiendas, relacionadas con el texto a medida que este iba creciendo. ¿Y porqué no lo haces?, me preguntó bruscamente D.R. en la sesión de terapia. ¿Quién, qué te refrena, qué inquisidor te lo impide? Tu madre y tu padre ya están muertos. Haz lo que quieras, aprende a darte permiso… sin culpabilidad, sin temor a las infracciones. Otro buen consejo. De lo que quiero haré lo que puedo. El acto de la voluntad es el que cuenta. Lo importante es dar batallas, dijo la terapeuta. Perder una batalla no es fracasar, fracasar es no dar el combate.
Victoria de Stefano
Diarios 1988-1989. La insubordinación de los márgenes
Editorial: El Estilete
Foto: Victoria de Stefano por Vasco Szinetar