Revista Cultura y Ocio

En el nombre de algún dios – @Innestesia

Por De Krakens Y Sirenas @krakensysirenas

(Esta tragedia griega sucedió hace muchos años y se repite sin cesar).

6 de la mañana en un hotel de Madrid y de repente todo va mal. Porque has huido de madrugada mientras dormía. Ahora, junto a la ventana en la que anoche le metías mano a mi falda azul, me siento a escribirte en ropa interior. Como si eso fuera a hacerme sentir mejor. Como si eso pudiera cambiar la realidad.

“Ariadna”, decías, “tengo que besarte porque te brillan los ojos una puta barbaridad”. Y la vida era bonita. Joder si era bonita. Ojalá en ese momento algún extraño en la calle me hubiera hecho una señal. Algo que entender como una profecía, el mensaje de un oráculo. Pero yo no me defendía y tenía el escudo bajo la cama. Me tocabas tan sucio y tan bonito que no vi a las parcas murmurar entre sí.

Al despertarme y ver el vacío en el lado de tu cama, he pasado un rato, no lo negaré, arrastrándome por la casa. Despeinada, descalza, desnuda. Murmurando y tirándome del pelo. De puro nervio golpeaba mis muslos al andar, intentando buscar algo de sentido. Pedida en el laberinto de mi propia ansiedad. Me palpitaba la mirada y me ardía en el pecho la razón.

Me he mentido después diciendo que bajaba a por tabaco, pero no era verdad. He salido a buscarte. Por si acaso. Me ha parecido ver tu coche blanco alejarse por la avenida principal y por un momento me ha parecido un barco. Como si fueras a dejarme en tierra. He querido gritarte que tú sin mí sólo eres la mitad de nosotros.

Ahora, junto a la ventana, un par de horas después, el mar está en calma. Infinito y azul, como la vida y la literatura. Pero sin ti. Miro al exterior y el mundo no parece necesitar otra tragedia griega. Inspiro, respiro, suspiro. Soy tan cigarro como el cigarro mismo que fumo. Se confunde el humo del tabaco con el de mis vísceras candentes. Yo, que te ayudé a enfrentar tus peores monstruos. Yo, que por ti rechacé a mi familia. Yo, que te ofrecí el hilo que tanto necesitabas. A cambio me destierras con un portazo. Sin mirar atrás.

Me muerdo las uñas y empiezo a asumir el fracaso. La hecatombe sangrienta de recuerdos mancha ahora toda mi ropa. Y mi cara. Un agujero en las entrañas con forma de desamor. Mil preguntas para los sabios, pero ninguna respuesta servirá. El vuelo de las aves tampoco será capaz de explicarme qué te hizo huir. Quizá ni siquiera tú. Sacrificaré víctimas, miles de ellas, una detrás de otra, sobre el altar más sagrado en el nombre de algún dios.

Suplicando, Teseo, suplicando como una heroida que regreses por mí.

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