Revista Cultura y Ocio

En el nombre de algún dios – @Patryms

Por De Krakens Y Sirenas @krakensysirenas

“Después de todo, ¿qué es cada hombre? sino un montón de fantasmas…

Robles que fueron bellotas que fueron robles” (Walter de la Mare)

Rezo a diario. Incluso admito que habrá días que rece más de dos veces al día. Cada vez que mi mente no está ocupada y algunas veces cuando más saturada está. Cuando pierdo la vista por una ventana; a oscuras, mientras se calientan las sábanas. Cuando me confieso o me castigo. Cuando estoy esperando; al recordar…

He quemado el mar por mi permanente suelta masiva de botellas con mensajes. He sido un pésimo naufrago y el impoluto marinero. He llenado cajones de lo que pudo ser y no fue echándole el cerrojo a los sí pero no y a las medias tintas. He tosido en Do Mayor algunas excusas y emborronado las disculpas sonándome los mocos. He enseñado los dientes, cambiado el paso, trucado la dieta, llegado tarde y acabado pronto con demasiadas cosas, demasiadas veces.

Porque cuando tienes tres años, tú, que no sabes que rezas, le pides a mamá que se quede un ratito más y no apague la luz para que no venga el Coco. Y a los cinco, sueñas con una carta sin fin a los Reyes Magos o con que el del cuento lleve tu nombre. A los ocho, sonríes madrugando el domingo, al balón y a esa cuesta que puede que te cueste las rodillas y la bici.

No sabes que rezas, cuando te quedas dormida esperando al ratón que se colará bajo tu almohada a cambiarte ese diente que nos hace salir genial en aquellas fotos. Ni que depende de la luna y los vientos que mañana haya olas o medusas.

Porque no sabes cómo se enciende una vela cuando el camino del colegio se pasa repasando ese afluente que se te atranca, ni de las flechas de ningún angelote con rizos cuando el malote del pendiente o el delantero de tu clase te ha sonreído en el recreo.

Se te olvidan dioses y demonios cuando sueñas con la entrada triunfal a la universidad que supondrá la estampida de casa hacia la libertad. Y el mundo, lleno de demasiadas cosas, empieza a girar tan rápido que no hay tiempo para dormir mientras vas imaginando.

Porque no hay rezos, ni súplicas ni ruegos cuando, más que pedir, sentencias y lo tienes todo tan claro que es imposible ver con tanta luz por donde te va a arrollar la riada… Porque ya no recuerdas si en la caída en picado pedías saber volar o conseguir aterrizar sin partirte la cara.

Llenas el saco roto de mañanas: “por favor que mañana vuelva”, “mañana empiezo”, “que no pase nada mañana”, “que mañana no sea como ayer”, “mañana lo hago”, “mañana lo dejo”, “a partir de mañana”…

Porque de repente un día te das cuenta que en tu calendario pasan las hojas más rápido de lo que creías recordar y no recuerdas donde guardaste las arrancadas, ni todo lo que tenían apuntado por hacer.  Y entonces rezas, prometes y apuras el reloj y la pila que os da marcha a ambos.

Entre oración y oración, algún momento de calma. Una parte del lienzo siempre en blanco. Una pincelada más. Quizá un poco más de color… Quizá un color distinto. Un soñar y rogar despierto de un que aquello se agite, pero que no nos llevemos ningún susto.

Entre rezos, vicios, tesoros, suertes,pecados y naufragios, algún que otro santo, unas cuantas confesiones y uno o dos milagros.

Y es que rezar, rezamos mucho, rezamos todos, en el nombre de algún dios, aunque a esto que llamamos vida, Cielo e Infierno se nos queden cortos.

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