Otra vez, Oscar Ustari vio a los médicos de la Selección y escuchó un duro diagnóstico. Un mal giro de la rodilla derecha causó la rotura del ligamento cruzado anterior, por lo que estará seis meses fuera del césped. Ocurrió en el último ensayo antes del amistoso contra Nigeria. Y se trató de la segunda rotura de ligamentos en su vida futbolera. Claro, en los Juegos de Beijing 2008 había sufrido una lesión similar y debió dejar el arco a Sergio Romero. Ahora se perderá la Copa América. Nada más. Nada menos.
Este momento será, en efecto, una nueva prueba anímica para Ustari. Un salto de carácter. De esos que dio en el fútbol y, también, en el básquet. Osky, tal como le dicen en América, su lugar en el mundo, es un fanático de la bola naranja. Varias volcadas dibujó en el patio de su casa. Y por las noches, estampaba sus ojos en los partidos de la NBA. Ahí, donde tenía devoción por Michael Jordan, según escribió Cristian Grosso en el libro Futbolistas con Historias de Selección. Un fanatismo que pasó la pantalla de TV. Y llegó al buzo de Ustari. Su espalda lució el número 23 en su debut en Primera con Independiente. Y lo mismo ocurrió durante el Mundial de Alemania. No podía ser de otra manera.