Revista Viajes

En el país de Bollywood

Por Noeargar
Kathmandu, Nepal. 21 de julio 2011En el país de Bollywood
Tras recorrer durante 3 semanas parte de la India del Sur volvemos a irnos del país con sensaciones encontradas y con la certeza que ni con 30 años podremos llegar a entender sus sorprendentes contradicciones. En la India, la democracia más grande del mundo con cerca de 1.250.000.000 de habitantes, se mezclan como en ningún otro lugar del mundo glorias y miserias, basura y lujo. No hace falta irse tan lejos para advertir la pobreza, pero si algo sorprende es como en la India la escasez se mezcla con el lujo con una normalidad asombrosa, sin aparentes inconvenientes morales ni sociales. En cualquier otro país podrías esperar graves problemas de seguridad, en la India en cambio puedes caminar tranquilo a cualquier hora por un callejón oscuro (y seguramente maloliente) sin ningún temor. Al encender la televisión es fácil darse cuenta de las innegables contradicciones. Las vistosas y coloridas películas de Bollywood, se mezclan con las últimas novedades sobre los atentados en Mumbai, discursos de santones y anuncios de productos de novena necesidad donde se muestran emprendedoras mujeres con faldas cortas y escotes pronunciados, ideales parejas viviendo en magnificas casas y niños jugando en impolutas calles. Por la ventana de nuestra arcaica habitación no vemos nada de eso.

En las calles de Ooty, un pequeño y moderno pabellón rompe la monotonía del lugar. Una tienda de joyas de lujo, protegida por dos guardias de seguridad en torno a una pequeña hoguera, comparte espacio con roñosos templos, puestos de comida cubiertos de grasa y caballos famélicos que deambulan entre la basura que se acumula a los lados.En el hogar del tigre de Bengala, las montañas de Nilgiri, un Maserati adelanta a un elefante que porta una pesada carga a través de una carretera que hace años espera ser reasfaltada.En Mysore, el magnífico palacio del antiguo Maharaja domina el perfil de la ciudad. En su interior cuidados jardines y exquisitas salas profusamente decoradas invitan a la relajación. En el exterior un tráfico infernal, fuertes olores y tanta gente por metro cuadrado como un 18 de marzo en Valencia, no dejan un segundo de respiro.En el centro de Bangalore, el Silicon Valley Indio, se levanta un soberbio centro comercial atestado de exclusivas tiendas de esas que no ponen el precio, donde la utilidad de lo que se vende es inversamente proporcional a su valor. En su interior pasean alguno de esos idílicos personajes que aparecen en los anuncios de televisión, y que parece ser sólo habitan en espacios adecuadamente equipados con aire acondicionado. No muy lejos, a escasos 20 metros donde la cuidada acera ya ha dejado paso al habitual galimatías indio, el mundo material se transforma en espiritual, los impecables escaparates se convierten en desvencijados templos y los logotipos de las más prestigiosas marcas ceden el protagonismo a la simbología religiosa hindú que todo lo inunda. En Bombay, con diferencia la ciudad más amable de las que hemos visto durante nuestras dos visitas a la india, un señor pasea tranquilamente dos relucientes Golden Retriever protegidos con un chubasquero a juego con la correa junto a una de las viviendas más caras del mundo, un impresionante rascacielos de 26 plantas propiedad del multimillonario indio Mukesh Ambani. Mientras, literalmente a la vuelta de la esquina, decenas de personas hacinadas en chabolas, sobreviven rebuscando en la basura. En la India todo es sorprendente. Su gente, sus colores, el característico olor de la comida que todo lo inunda, la variedad de lugares y a la vez la unión de todo un subcontinente. Un país que se prepara para entrar en la carrera espacial al mismo tiempo que cientos de niños duermen en sus calles. En el país de Bollywood todo es posible.



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