Revista Cultura y Ocio

En el periódico, El País, agosto de 2013: Cinco piezas fáciles / 4: El matemático de Manuel Gutiérrez Aragón

Publicado el 14 agosto 2013 por Kovua

Manuel Gutiérrez Aragón,cuarto relato, en este caso nos centramos en la historia de un chico al que las matemáticas se le dan bien, pero que cae en un error fatal.Aquí os dejo el enlace al relato completo.

En el periódico, El País, agosto de 2013: Cinco piezas fáciles / 4: El matemático de Manuel Gutiérrez Aragón

Luis Tinoco

(…) Desde que era General Manager of Vega Business Saving Bank, título en inglés de la Caja de Ahorros— como rezaba su tarjeta— llevaba corbata, siempre la misma, de color verde. Quizá para hacer juego con el paisaje. —Los clientes de esta región apenas consumen productos bancarios. Por ponerte un ejemplo, hay muy pocos casos afectados por el affaire de las preferentes. La gente se resistió. No se dejaron convencer por nosotros, se temieron un engaño. Apeó de la nariz sus gruesas gafas para limpiarlas con el reverso de la corbata. Pude ver sus ojos pequeñitos, como de gorrión al despuntar el día. Se quedó mirando para sus adentros, señal de que tenía una buena historia para mí. No le apresuré, al narrador hay que darle distancia. —Supongo que eso de que los pasiegos son hábiles matemáticos es una leyenda de los montes— disparé. —¿Tú conociste a Iván Ibáñez Ibáñez? ¿Coincidiste con él en el instituto? —Creo que sí. Pero no sé mucho de él. —Su padre le envió a estudiar al instituto. Pero cuando llegaba la época de la siega, le hacía volver a casa para trabajar. La familia tenía un considerable número de prados, de cabañas y de ganado. Podían pagar jornaleros, pero al padre no le gustaban los forasteros. Al principio Iván no fue un estudiante destacado, siempre refugiado en las últimas filas, con la cabeza escondida tras la cartera, como para evitar que el profesor le preguntara. Pero una tarde, el profe de matemáticas comprobó que Iván era el único que había sabido solucionar el problema de álgebra. Y le sacó a la pizarra, pensando que alguien le había ayudado a resolverlo. El chico perdió su timidez e hizo una deslumbrante exhibición de ecuaciones complejas. Eran difíciles de seguir, un torbellino de incógnitas y exponentes arcanos. Más allá de la clase de mates, Iván continuaba siendo de pocas palabras, justas, de pronunciación aldeana. Rubio y pétreo en un curso de jóvenes urbanizados, tenía un aire de celta perdido en la ciudad. (…)

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